miércoles, 12 de enero de 2011

Si quieres, puedes curarme


“Si quieres puedes curarme” (cfr. Mc 1, 40-45). Un leproso se acerca a Jesús, implorándole su curación. Jesús, “conmoviéndose”, dice el Evangelio, lo cura con su poder.

En esta escena del evangelio hay diversos aspectos que se nos revelan; uno, por ejemplo, es el de la compasión y la ternura de Jesús para con los más necesitados, para con los considerados miserables e inservibles, inútiles de toda inutilidad, para la sociedad. Un leproso era considerado alguien inútil, pues no podía hacer ningún tipo de trabajo, pero también alguien peligroso, porque la lepra es muy contagiosa. Por lo tanto, se los aislaba de la sociedad, era un marginado social, un muerto en vida.

Jesús se compadece, no tiene en cuenta la peligrosidad de su enfermedad, y lo cura.

Pero además de la consideración sobre la ternura y la compasión del Corazón de Jesús, en este evangelio se puede considerar también la realidad del pecado, simbolizado y prefigurado en la lepra. Lo que la lepra es al cuerpo –lo deforma, lo afea, lo mutila, le quita la vida, porque lo lleva a la muerte-, así es el pecado al alma: la deforma, la afea, la mutila, le quita la vida y la lleva a la muerte, porque la aparta de la Fuente de Vida que es Dios Uno y Trino.

Así como la lepra margina al hombre de la vida social y de la comunión con las personas, así el pecado margina al alma de la vida trinitaria y de la comunión con las Tres Divinas Personas.

Jesús cura la lepra, pero la curación es una prefiguración de otra curación, mucho más grandiosa, la curación del alma por la gracia: la curación corporal es prefiguración de la curación del alma por la gracia.

El pedido del leproso, de ser curado –“Si quieres, puedes curarme”-, indica un deseo de salir del estado de enfermedad, para vivir la vida plenamente, lo cual es una figura de quien, viéndose inmerso en el pecado, desea recibir la gracia, para convertirse.

Hoy el pecado no sólo no se evita, sino que se lo propone como estilo de vida, como moda y, mucho más grave aún, como derecho humano. Hoy en día, en una muestra de inversión de valores sin precedentes, el pecado es exhibido en triunfo, y propuesto a la humanidad entera como lo bueno, lo placentero y lo deseable para el hombre.

Hoy en día se presenta como un derecho humano la fecundación artificial, el aborto, la unión entre personas del mismo sexo, la drogadicción, la manipulación genética de embriones, la utilización y destrucción de embriones para la investigación médica; hoy se presenta a la lujuria, la lascivia, el desenfreno de las pasiones, como algo divertido y bueno; hoy la avaricia y la codicia, que despiertan el deseo insaciable de dinero y de bienes materiales, se valoran como capitales humanos necesarios para el progreso; la idolatría, la superstición -la adoración idolátrica de ídolos como el Gauchito Gil y la Difunta Correa-, son estimados más que la adoración debida al Único y Verdadero Dios, cuya adoración que es despreciada y dejada en el olvido; hoy se presenta a la impureza y a la sensualidad en los jóvenes como el camino al éxito mundano; hoy se alaban la astucia, la mentira y el engaño, en todos los órdenes, mientras que se hace desaparecer, como inútil y anticuado, el amor a la Verdad.

“Si quieres puedes curarme”. También nosotros, como el leproso del camino, necesitamos ser curados, y todavía más, porque necesitamos ser curados, más que de una enfermedad corporal, como la lepra, de una enfermedad espiritual, el pecado, y por eso debemos hacer nuestra la petición del leproso, pero sabiendo que el Amor misericordioso de Cristo no se limita al perdón de los pecados, sino que, una vez quitado este, nos da su vida, la vida de la gracia, la vida de Dios Uno y Trino. Es para recibir esta vida, para lo cual debemos pedir ser curados.

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