martes, 26 de julio de 2011

Vende todo lo que tiene y compra el campo



“Vende todo lo que tiene y compra el campo” (cfr. Mt 13, 44-46). El hombre que repentinamente descubre un tesoro en un campo al que creía sin valor alguno, y va y vende todo lo que tiene para comprarlo y así adquirir el tesoro, es la figura del católico que, luego de muchos años de indiferencia hacia su religión, de pronto, iluminado por la gracia, toma conciencia de los tesoros de valor infinito que hay en su Iglesia.

Si antes veía a la Iglesia como un campo desértico, sin nada atractivo ni valioso en él, ahora lo ve tan lleno de tesoros, que vende lo que tiene, es decir, deja su vida mundana, y entra en la Iglesia, es decir, compra los tesoros que Ella encierra.

Si antes pasaba por la Iglesia, y le daba lo mismo si estaba abierta o cerrada, ahora entra y va en busca del Sagrario, para adorar a su Dios que está ahí escondido por amor a él.

Si antes asistía a Misa sólo para funerales o bautismos, ahora no falta nunca, porque sabe que en cada misa, Dios Padre le da todo lo que tiene y lo que es, su Hijo Jesús en la Eucaristía, y en la Eucaristía Jesús le da todo el Amor de Dios, el Espíritu Santo.

Si antes no se confesaba, porque pensaba que no tenía sentido decir los pecados a un hombre, ahora se confiesa seguido, porque quiere recibir cuanto antes la Divina Misericordia que se derrama en su alma a través del sacerdote ministerial.

“Vende todo lo que tiene y compra el campo”. Muchos cristianos viven como el hombre de la parábola antes de su descubrimiento: para estos cristianos, la Iglesia es algo sin valor, como un campo sin cultivar, pedregoso y seco.

Hace falta rezar mucho para que la luz de la gracia los convierta de su ceguera.

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