miércoles, 24 de agosto de 2011

Estén preparados porque no saben a qué hora viene el Hijo del hombre


San Francisco de Borja

y el moribundo impenitente.


“Estén preparados porque no saben a qué hora viene el Hijo del hombre” (cfr. Mt 24, 42-51). Jesús nos advierte que el fin de nuestra vida terrena puede ser en cualquier momento, ya que la certeza de morir contrasta con el desconocimiento total, de parte nuestra, del momento en el que sucederá.

La advertencia de Jesús es que estemos “preparados”, porque su llegada –al fin de los tiempos, en el Día del Juicio Final, o en el momento de nuestra muerte-, sucederá de forma imprevista, y para cuando suceda, debemos ser como el siervo “fiel y cuidadoso” que, atento a la llegada imprevista de su amo, es encontrado por este cumpliendo sus tareas. La contracara de esta disposición, es la del siervo “canalla” que, engañado por él mismo acerca de la venida de su señor, piensa que no regresará, o que si regresa, tendrá tiempo de cambiar su actitud, y así, en vez de cuidar la hacienda de su amo, se dedica a emborracharse y a golpear a los demás. La suerte de uno y otro será muy distinta en el momento de la llegada del dueño de casa.

Es una representación de los bautizados, de quienes viven de cara a Dios, esperando el encuentro personal con Él, cara a cara, en el momento de la muerte, y obrando en consecuencia, es decir, buscando de vivir en gracia y de obrar la misericordia, y de aquellos a quienes el regreso de Jesucristo les tiene sin cuidado, o porque no creen, o porque si creen menosprecian su poder y majestad, y es así como se dan a los placeres del mundo, ejerciendo la violencia para con su prójimo.

La advertencia de Jesús de que el tiempo se termina –en realidad, cada día es un día menos que nos separa de la eternidad, del encuentro cara a cara con Jesucristo y con Dios Uno y Trino-, se contrapone al engaño del demonio quien, según Santa Teresa de Ávila, en sus Moradas, hace creer a los hombres que sus placeres y sus contentos aquí en la tierra “son eternos”. Es decir, según Santa Teresa, el demonio induce a hacer lo opuesto a lo que pide Jesús: mientras Jesús pide estar prontos y preparados para su Venida, que puede ser en cualquier momento, de lo que se deduce que las cosas de este mundo son pasajeras, el demonio hace pensar que la vida de esta tierra, con sus contentos y logros, es “eterna”, en el sentido de no terminar más, y por lo tanto, conduce a una relajación en la vigilancia en la lucha contra él, el mundo y la carne.

“Estén preparados porque no saben a qué hora viene el Hijo del hombre”. El cristiano debe vivir, como el siervo bueno y fiel, día a día, hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo, esperando con ansias el feliz momento del encuentro con Jesucristo el Señor, el cual habrá de prolongarse por toda la eternidad.

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