martes, 30 de agosto de 2011

La gente lo andaba buscando



“La gente lo andaba buscando” (cfr. Lc 4, 38-44). Jesús cura enfermos imponiéndoles las manos, y expulsa demonios, que atormentan a los hombres. Por una y otra acción, demuestra su poderío, su señorío, su majestad, y por una y otra acción, curación y exorcismos, devuelve la calma y la paz a quienes las habían perdido, ya sea por la enfermedad, o por la acción perturbadora del demonio.

“La gente lo andaba buscando”, dice el evangelio. ¿Por qué lo buscaba la gente?

Del contexto de las escenas descritas por el evangelista, deducimos que la gente lo buscaba porque la Presencia de Jesús otorgaba salud del cuerpo –quita la fiebre que aquejaba a la suegra de Pedro y curaba a numerosos enfermos imponiéndoles las manos- y protección contra el demonio –los expulsa también imponiéndoles las manos a los endemoniados.

La gente busca a Jesús, sí, pero lo busca no por lo que Jesús es, sino por lo que Jesús da. La gente no busca a Jesús –o a sus santos- por lo que Jesús es, Dios Tres veces Santo, Dios de majestad infinita, Dios omnipotente, la Sabiduría y la Bondad en sí mismas. La gente no busca a Jesús por lo que Jesús es, Amor inabarcable, incomprensible, eterno e infinito, Persona Segunda de la Trinidad que ha venido para entablar una relación personal, de tú a tú, con cada uno de nosotros, y para llevarnos delante del Padre, por el Espíritu, para que la relación iniciada con Él en el tiempo se extienda a las Tres Divinas Personas por toda la eternidad.

La gente busca a Jesús no porque Él sea la Misericordia Divina encarnada, que ha dado su vida, su sangre, su ser divino, en la cruz, por amor a los hombres.

La gente busca a Jesús porque les da bienestar, porque los hace sentir bien, sin enfermedades, y porque les aleja la presencia molesta del demonio, pero no lo busca por que es, sino por lo que da.

Muchos en la Iglesia buscan también a Jesús, en la Misa, en la Eucaristía, en los sacramentos en general, no por lo que Jesús es, sino por el bienestar que da.

No seamos egoístas e interesados; no busquemos a Jesús por sus beneficios, sino por el interés de conocerlo y amarlo como al Hombre-Dios, como a Dios hecho Hombre sin dejar de ser Dios, que viene a este mundo en la Eucaristía para entablar una relación personal, de vida y de amor, con cada ser humano. No lo busquemos por intereses mezquinos, sino por amor.

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