viernes, 28 de octubre de 2011

De Él salía una fuerza que curaba a todos



“De Él salía una fuerza que curaba a todos” (cfr. Lc 6, 12-19). La gente trata de tocar a Jesús, porque quien lo toca, queda curado de sus enfermedades, o bien queda libre de la posesión demoníaca.

¿De qué se trata esta misteriosa fuerza que cura los males del hombre y ahuyenta al enemigo de las almas, del demonio?

La fuerza que sale de Él, de su interior, de su Persona divina, es la gracia divina, que pasa a través de su Humanidad como una corriente eléctrica. Su Humanidad, su Cuerpo, es como el canal conductor que orienta y canaliza esta energía divina, y es la razón por la que todos quieren tocarlo: con sólo tocarlo, esta energía divina se descarga sobre los hombres, curándolos de sus males.

Pero quien vive a siglos de distancia, también puede alcanzar la Humanidad de Cristo, a través de los sacramentos, porque los sacramentos son la Humanidad de Cristo extendida en el tiempo y en el espacio, dice Santo Tomás. No quiere decir que el fiel tenga que manipular los sacramentos, ni recibir la comunión en la mano, sino simplemente, tomar contacto con los sacramentos, para recibir interiormente esa descarga de Amor divino que fluye de la Persona de Jesús, y que es la gracia santificante, para quedar curados.

En otras palabras, para nosotros, que vivimos en el siglo XXI, la recepción de los sacramentos es el equivalente a tocar la Humanidad de Jesús, tal como lo hacían los discípulos en el Evangelio.

Da pena constatar que muchísimos cristianos, muchísimos católicos, teniendo a su disposición toda la energía y todo el poder divino que fluye de los sacramentos de la Iglesia Católica, abandonen a estos y acudan en masa a los vendedores de ilusiones y a los falsos profetas. Si los católicos recurrieran a su propia Iglesia, y no la abandonaran en masa, como sucede hoy en día, se verían libres de muchísimos de los males que hoy los afectan. Pero en vez de eso, en vez de recurrir a Jesús presente misteriosamente en los sacramentos de la Iglesia Católica, prefieren inclinarse a los ídolos del mundo.

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