martes, 1 de noviembre de 2011

Conmemoración de todos los fieles difuntos



Jesús nos va a preparar un lugar, y el camino para seguirlo a ese lugar, que es el Reino del Padre, es Él mismo: Él en la cruz, Él en la Eucaristía, es el Camino para llegar al cielo (cfr. Jn 14, 1-6).

Esta verdad, que nosotros repetimos “casi de memoria”, es algo que es realidad para los fieles difuntos: ellos ya pasaron por el trance de la muerte, cerraron sus ojos, los ojos del cuerpo, a esta vida, y abrieron los ojos del espíritu, a la vida eterna. Para ellos la vida eterna es una realidad palpable y tangible, y no un “algo” futuro que apenas alcanzamos a intuir, pero que no sabemos bien de qué se trata.

Los difuntos, a quienes conmemoramos hoy, han atravesado ya el umbral de la muerte, han abierto sus ojos en la otra vida, y han encontrado a Cristo, cara a cara. Para ellos ya no hay dudas de fe, como tampoco las habrá para nosotros, desde el momento mismo de nuestra muerte. Para los fieles difuntos, toda la vida eterna se presenta como un cristal diáfano y transparente, en el cual ya no pueden dudar de nada: ni de Dios Uno y Trino, ni de Jesucristo como Hombre-Dios, ni de la Virgen, ni de la cruz como camino para alcanzar la vida eterna.

Por este motivo, la conmemoración de los seres queridos difuntos no se debe detener en una visión parcializada, que es el recuerdo cargado de afecto y de nostalgia, pues eso de poco y nada nos sirve para nuestro paso a la vida eterna.

Al recordarlos, debemos tener presente que ellos ya atravesaron un umbral, el de la muerte, que es el umbral que nosotros atravesaremos en algún momento, algunos antes y otros después, pero todos habremos de atravesarlo, es decir, todos hemos de morir. También nosotros pasaremos por lo que ellos ya pasaron, y para eso debemos prepararnos.

Recordar a los seres queridos difuntos no debe entonces quedarse en la nostalgia, sino en pensar en nuestra propia muerte, y cómo nos preparamos para la misma, porque lo único seguro que tenemos en esta vida, es que vamos a morir.

El mensaje que nos dejan nuestros seres queridos al morir es este: “No creas que esta vida es para siempre, ya que se termina en poco tiempo. Prepárate para bien morir, para que puedas entrar a la feliz eternidad”.

Y el bien morir, es morir caminando por el único Camino que conduce al Padre, Cristo en la cruz y en la Eucaristía.

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