lunes, 26 de diciembre de 2011

Martes de la infraoctava de Navidad 2011



El Nacimiento del Niño Dios supone el cumplimiento de las profecías mesiánicas, que anunciaban el advenimiento de una gran luz que iluminaría a la humanidad yaciente en las tinieblas: "Sobre el pueblo que habitaba en tinieblas de sombra y muerte, se levantó una gran luz".

Es el cumplimiento también de lo que narra el evangelista Juan: "La Palabra estaba junto a Dios, era Dios, era la Vida y la luz de los hombres, vino a las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron" (cfr. Jn 1, 5), porque la naturaleza divina es luminosa; Dios, en su Ser divino, es luz, y por esto mismo, es luz lo que irradia el Niño Dios en Belén.

Pero la luz que se irradia desde el Niño Dios no es una luz inerte, como la luz artificial o creada; es una luz que es vida y vida divina; es luz que comunica el Amor y la vida eterna; es una luz que disipa las tinieblas, las tinieblas no de la noche cosmológica, que son tinieblas salidas de la bondad del Creador, sino las tinieblas del mal, originadas en el corazón del ángel caído y en el corazón del hombre, contaminado de su rebelión.

El Niño Dios ilumina la noche de Belén con la luz que brota de su Ser divino, y con su luz disipa y dispersa, como anticipo de la derrota definitiva cuando irradie su luz desde la Cruz, a las tinieblas perversas del infierno, a las sombras malignas del Averno que cubren la tierra y las almas de los hombres.

Las tinieblas del infierno, que habían cubierto la tierra con el hedor de la rebelión contra Dios y de la náusea del odio y de la violencia y de todo mal, se retiran aterrorizadas ante la luz que se irradia del Niño de Belén, porque su luz es la luz de Dios, que es Amor, Vida eterna, paz infinita, descanso del alma, dulzura del corazón, alegría sin medida y sin fin.

La luz del Niño Dios ilumina la noche de Belén disipando las tinieblas, como anticipo de la derrota definitiva de estas al fin de los tiempos, y este triunfo es celebrado por la Iglesia en Navidad: “Hoy sabréis que el Señor vendrá, y nos salvará; y mañana veréis su gloria”. “Mañana será borrada la iniquidad de la tierra; y reinará sobre nosotros el Salvador del mundo” (Misa de la vigilia de Navidad).



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