miércoles, 29 de febrero de 2012

No hay otro signo que la Eucaristía



“No hay otro signo que el de Jonás” (cfr. Mt 12, 38-42). Frente al pedido de un signo, Jesús contesta que el signo ya ha sido dado, y ese signo es Jonás, y que no hay otro signo que este signo de Jonás.
En la vida de Jonás y en todo lo que le acontece, está prefigurado y simbolizado el misterio pascual del Hombre-Dios, Jesucristo: el ser arrojado de la barca –salir de este mundo por la muerte en cruz-, en medio de una tormenta –la Pasión y muerte en cruz- a las fauces de un monstruo marino –las entrañas de la tierra, el sepulcro, el descenso al infierno- y el salir luego de tres días –desde el viernes santo hasta el domingo de resurrección- vivo, por sus propios medios, de las entrañas de este monstruo –la resurrección-.
Sólo que para los contemporáneos de Jesús, el signo se vuelve realidad en Jesucristo: Jesucristo realiza plenamente todo lo que está figurado y significado en Jonás, de ahí que los contemporáneos de Jesús no tengan otro signo que el de Jonás.
Hoy en día pareciera que la actitud se repite, y así como los contemporáneos de Jesús no veían ni el signo ni la realidad que lo actualizaba, Jesús, así el mundo de hoy, repitiendo la misma incredulidad, no ve el gran signo divino de la Iglesia Católica, la Eucaristía.
Así como para los contemporáneos de Jesús no había otro signo que el de Jonás, así para este tiempo presente, para nuestros contemporáneos, y para nosotros, no hay otro signo que el que da la Iglesia Católica

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