viernes, 24 de febrero de 2012

Viernes después de cenizas: las cenizas de Cuaresma, símbolo de esta vida caduca



         Las cenizas que se imponen en Cuaresma simbolizan la vida terrena del hombre: caduca, efímera, desaparece tan pronto como la ceniza cuando sopla el viento.
         Al imponer las cenizas en el inicio de la Cuaresma, la Iglesia quiere que sus hijos mediten acerca de la caducidad de la vida terrena, y en la cercanía de la muerte, que a todo ser humano le espera. Pero el objetivo de la Iglesia no es simplemente pretender que sus hijos mediten solo en la muerte, sino que, al mismo tiempo, mediten acerca de la vida eterna, la vida que comienza precisamente en el mismo momento en el que esta vida se termina.
         Sucede que el hombre, si no piensa en la vida eterna, cree que esta vida es para siempre, que no termina nunca, que no hay ni premio ni castigo, y así no se preocupa por obrar el bien, de “atesorar tesoros en el cielo”, como pide Jesús.
         Si el hombre no piensa en la muerte, y en lo que viene luego de ella –juicio particular, purgatorio, cielo o infierno-, vive despreocupadamente la vida temporal y terrena, sin preocuparse por obrar el bien, por amar a Dios y al prójimo. Según Santa Teresa de Ávila, aquí interviene el demonio, quien hace creer al hombre “que sus placeres son eternos”. Esta influencia demoníaca se da sobre todo en el hombre que vive en el mal, despreocupado de la existencia de un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos, con lo cual piensa que tiene el camino libre para obrar sin límites en el mal.
         No es indiferente meditar o no en la caducidad de esta vida, y en la muerte que nos espera, ya que la Escritura dice: “Piensa en las postrimerías y no pecarás jamás” (Ecl 7, 40).
         Por esto mismo la Iglesia, al imponernos las cenizas, se comporta como una madre amorosa que recuerda a su hijo, que está a punto de emprender un peligroso viaje, que tome todas las precauciones necesarias para llegar a buen destino.
         Cuando la Iglesia, al comenzar la Cuaresma e imponernos las cenizas, nos dice: “Recuerda que eres polvo, y en polvo te convertirás”, nos está diciendo al mismo tiempo: “Piensa en las postrimerías y no pecarás jamás”, y “recuerda que al final de tus días, serás juzgado en el amor”.

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