domingo, 1 de abril de 2012

Lunes Santo




         Ante la falsa queja de Judas Iscariote por el presunto derroche de un costoso perfume, que podría haber sido vendido para dar de comer a los pobres, Jesús, además de salir en defensa de María Magdalena y de justificar su accionar, profetiza su muerte: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tendréis siempre con ustedes, pero a Mí no me tendrán siempre (cfr. Jn 12, 1-11). De esta manera, la Semana Santa comienza con negras nubes en el horizonte, nubes que presagian y adelantan el drama que habrá de vivir Jesús en el Calvario, durante su Pasión 
         Ante la inminencia del desenlace de los acontecimientos que se sucederán y que finalizarán con su muerte en Cruz, los seres humanos son llamados a decidirse o por Jesús o contra Jesús, como lo hacen, respectivamente, María Magdalena y Judas Iscariote.
         Mientras María Magdalena, inspirada por el Espíritu Santo, unge con perfume a Jesús, anticipando, como Él mismo lo dice, la unción de su cadáver en el sepulcro, Judas Iscariote, instigado, seducido y comandado por el Espíritu del mal, el ángel caído, estrecha lazos con sus enemigos y acuerda con ellos el lugar y el momento de la traición, y la paga que habrá de recibir por la misma.
         La Pasión de Jesús significará también, tanto para María Magdalena como para Judas Iscariote, recorrer caminos opuestos, que llevan a lugares también opuestos: para María Magdalena, ver a su Señor ser flagelado, golpeado, insultado, crucicifado, significará un dolor lacerante, desgarrador, pero que luego se cambiará en alegría incontenible cuando lo vea resucitado. Aquí está representada el alma en gracia que carga su Cruz todos los días, en el seguimiento de Jesús.
         Para Judas Iscariote, en cambio, en un primer momento, la detención y posterior juicio inicuo de Jesús significarán un placer y una alegría, momentáneos, pero que no dejan de ser placer y alegría, porque consiguió lo que buscaba: el dinero, las treinta monedas de plata, aunque para conseguirlo haya tenido que entregar al Hombre-Dios.
Pero este placer y esta alegría, fugaces, pasajeros, superficiales, se desvanecen muy pronto, para dar lugar a los reales sentimientos que anidan en su corazón como serpientes: el odio, la amargura, la tristeza, la desesperación, que llevarán a Judas Iscariote a perder la vida terrena por el suicidio y luego la vida eterna al condenarse en el infierno. Aquí está representada el alma que, renegando de la cruz, vive en el pecado, alimentándose de él: el pecado da una ligera satisfacción, para dar luego paso a la amargura y a la desesperación, consecuencias de la ausencia de la gracia en el alma.
Cuando María Magdalena rompe el frasco de perfume de nardo puro para ungir los cabellos de Jesús, el evangelista hace notar un detalle: “La casa se impregnó de la fragancia del perfume”. Esto, que podría ser un detalle secundario, es sin embargo la prefiguración de lo que sucede en el alma en gracia: está impregnada no solo del “buen aroma de Cristo”, sino de Cristo mismo. A este estado del alma debe conducir el meditar y el vivir la Pasión de Jesús en Semana Santa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario