viernes, 12 de octubre de 2012

“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos (…) Pero lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”



(Domingo XXVIII – TO – Ciclo B – 2012)
         “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos (…) Pero lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Mc 10, 17-30). Para entender la parábola, hay que tener en cuenta que el “ojo de una aguja” de la cual habla Jesús, era una puerta pequeña, ubicada a los costados de la muralla que rodeaba Jerusalén, por el cual entraban las ovejas. Como es de esperar, estas puertas eran bajas y estrechas, adecuadas para el paso de un animal del tamaño de la oveja, y no estaban hechas para permitir el paso de animales de porte más grande, como el camello.
Además, los camellos, animales de transporte de carga, llevaban grandes bultos en sus lomos, lo cual hacía todavía más dificultoso, hasta volverlo imposible, el paso por la puerta de las ovejas. Esto es lo que explica la advertencia de Jesús: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos”.
La analogía que hace Jesús, es entonces entre un camello cargado de mercaderías y riquezas, que no puede entrar en Jerusalén, con un rico, tanto de bienes materiales como espirituales, que no puede entrar en la Jerusalén celestial, es decir, en el cielo.
El otro elemento, que se da por supuesto, pero que entra igualmente en la parábola, de modo prácticamente inadvertido, es el otro animal, la oveja: quien sí entra en Jerusalén, es la oveja, la cual en relación al camello es pequeña, está desprovista de toda carga, y la puerta está hecha a su medida. Es la figura del creyente, es decir, de aquel que, por medio de la fe en Jesucristo como Hombre-Dios, entra por la Puerta del cielo, el Sagrado Corazón de Jesús, libre de toda carga que le impida esa entrada, carga que pueden ser bienes materiales, como bienes espirituales negativos como la soberbia, la codicia, la avaricia.
La oveja, es decir, el fiel creyente, puede entrar en la Jerusalén celestial, en el Reino de los cielos, porque no tiene los impedimentos físicos y espirituales del camello, de aquel que, por libre decisión, eligió no creer, no esperar, no adorar, no amar al Dios del sagrario, y por lo tanto, no obró la misericordia, y está incapacitado para entrar al Reino de Dios.
El camello, el animal de gran porte, cargado con numerosas y valiosas mercancías, al llegar a la puerta de las ovejas, se ve imposibilitado de pasar por su gran altura y por el exceso de tamaño que implican las mercaderías. En estas mercaderías, impedimento para la salvación eterna, están representados los bienes materiales, como dinero, propiedades, objetos, vehículos, oro, plata, y tantas otras cosas más a los que el humano, guiado por las apariencias, les da un gran valor, pero que a la hora de pasar de este mundo al otro, no valen absolutamente nada. Y este es otro aspecto que se debe considerar en la figura del camello: la mercadería que lleva, es abundante, y considerada muy valiosa, pero ese valor está sobredimensionado, porque todas estas cosas poseen valor solo para este mundo, pero para el otro no valen nada, puesto que nada se lleva el hombre de este mundo al otro. Este hecho ayuda a relativizar el valor de los bienes materiales, y a darles su verdadera dimensión: los bienes materiales son valiosos en tanto y en cuanto son donados a quien más los necesita; sólo de esta manera, los bienes materiales y las riquezas terrenas dejan de ser un impedimento o un obstáculo, para convertirse en una verdadera puerta abierta al cielo.
Pero quitados los bienes materiales, al ser donados al prójimo más necesitado, queda todavía otro impedimento para ingresar a los cielos: el camello, al quitársele la carga, es todavía muy alto, y no puede pasar por la puerta de las ovejas, que es de baja altura. En esta altura elevada del camello, está representada la soberbia del hombre, que le impide entrar en comunión con Dios, pero de igual manera a como la solución para el camello es doblar sus rodillas, con lo cual su altura disminuye y así la puede ingresar en la ciudad, así también la solución para el soberbio, es arrodillarse, en espíritu y en cuerpo, delante de Dios crucificado, y así, humillado ante Él, reconociendo la inmensa majestad de Dios Trino, reconociendo su infinito amor, que lo ha llevado a morir de muerte humillante, el hombre es elevado a las alturas inimaginables de la comunión de vida y de amor con Dios Trinidad.
“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos”. Así como es imposible el ingreso en la ciudad de Jerusalén, de un camello cargado con mercancías, a través de la puerta de las ovejas, así también es imposible el ingreso en los cielos del soberbio y del que está cargado de bienes materiales; pero así como el camello puede pasar al despojarse de su carga y al arrodillarse con sus patas, así también el hombre puede entrar a la Jerusalén celestial por la Puerta de las ovejas, Cristo Jesús, si arrodillado ante la Cruz besa, con amor y piedad, las heridas de sus pies crucificados.

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