martes, 18 de diciembre de 2012

“No temas, Zacarías, tu hijo se llamará Juan, estará lleno del Espíritu Santo y hará que muchos vuelvan a Dios”



“No temas, Zacarías, tu hijo se llamará Juan, estará lleno del Espíritu Santo y hará que muchos vuelvan a Dios” (Lc 1, 5-25). El Evangelio que anuncia la concepción milagrosa y posterior nacimiento de Juan el Bautista, es similar al que narra la concepción y nacimiento milagrosos de Jesús de Nazareth; de su comparación, se destacan, entre otras cosas, la desconfianza de Zacarías, en absoluto presente en María, ante el anuncio del Ángel, desconfianza que le vale el quedar mudo hasta el nacimiento del Bautista. Su concepción milagrosa –sus padres son ancianos y ya estériles, y a pesar de eso, Santa Isabel queda encinta-, y el hecho de estar “lleno del Espíritu Santo”, le valen el ser alabado por el mismo Jesús en Persona, quien dice del Bautista que “no hay hombre más grande nacido de mujer”.
De todos modos, lo importante en este Evangelio, y es el motivo por el cual la Iglesia lo pone en Adviento, es que la figura del Bautista es modelo del cristiano: así como el Bautista es “lleno del Espíritu Santo”, luego ya adulto predicará en el desierto, vestido de pieles de animales salvajes, se alimentará de langostas y miel silvestres, y predicará la conversión del corazón para recibir al Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, así el cristiano debe imitar al Bautista, anunciando en tiempo de Adviento la llegada del Mesías, el Niño Dios, que habrá de nacer para Navidad.
Ante esto, se torna pertinente la pregunta: ¿es posible, para el cristiano común, imitar al Bautista, quien fue descripto por el Ángel Gabriel como “lleno del Espíritu Santo”, y por el mismo Jesucristo como “el más grande nacido de mujer? ¿No parece una pretensión exagerada?
La respuesta es que sí es posible, y aunque no recibirá el título de “más grande nacido de mujer”, porque es un título personal del Bautista, sí lo puede imitar en su condición de “lleno del Espíritu Santo”, desde el momento en que el cristiano tiene a su disposición los sacramentos de la Iglesia, ante todo la confesión sacramental, por medio de la cual el cristiano queda en estado de gracia, lo cual quiere decir “lleno del Espíritu Santo”.
La otra pregunta que se plantea es que si el cristiano quiere imitar al Bautista, además de la confesión sacramental, deba vestir con pieles de animales salvajes, ir al desierto y alimentarse de langostas y de miel, y la respuesta es que, obviamente, no, materialmente hablando, pero sí debe imitar el sentido penitencial del Bautista: así, el cristiano debe vestir con modestia, con recato, no sólo sin obviamente ser causa de caída a causa de una vestimenta indecorosa, sino también sin demasiados lujos, ni ropas costosas y caras. En cuanto al alimento, el cristiano debe imitar al Bautista mediante la moderación y templanza en los alimentos terrenos, alimentándose más bien de manera frugal, medida, evitando comer sin apetito, o adquirir productos alimenticios excesivamente costosos.
Con respecto a la alimentación, hay que decir que el cristiano tiene a su disposición algo que no tenía Juan el Bautista, y es el de alimentarse no con langostas y miel silvestres, como lo hacía el Bautista, sino con la Carne del Cordero de Dios, la Eucaristía, con lo cual, además de quedar “lleno del Espíritu Santo”, queda “lleno de Jesucristo”, quien le comunica de su misma vida divina.
Con todo esto, más el ejemplo de vida, el ejercicio de la caridad, de la paciencia, de la comprensión, y de las obras de misericordia que prescríbe la Iglesia, el cristiano está en condiciones de imitar a la perfección al Bautista, anunciando, como este, la Venida del Redentor, en este caso, para Navidad, como Niño Dios. 

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