lunes, 14 de enero de 2013

Cállate y sal de este hombre



“Cállate y sal de este hombre” (Mc 1, 21-28). Jesús expulsa a un demonio con el solo poder de su Querer. El episodio revela la existencia de los ángeles caídos, a pesar de que la interpretación racionalista y progresista de un cierto sector de la Iglesia se empecine en negar su existencia.
El Evangelio nos demuestra que los demonios no sólo existen, sino que buscan poseer al hombre, como forma de descargar su odio angélico contra Dios. La posesión demoníaca es la forma más extrema de dominio que ejerce el demonio sobre el hombre, y va desde grados más leves, hasta lo que se denomina la “posesión perfecta”, en donde domina incluso hasta la voluntad del hombre, con lo cual el exorcismo es inútil. El objetivo que persigue el demonio con la posesión es arrastrar, literalmente, al hombre, al infierno, para poder descargar su furia homicida en quien es imagen de Dios.
Sin embargo, la posesión corpórea, tal como la describe el pasaje del Evangelio, es rara y poco frecuente, pero eso no quiere decir que el demonio haya desistido en su  tarea de dominar y conducir a los hombres a la perdición eterna. Todo lo contrario, la actividad de las oscuras fuerzas del infierno crece exponencialmente día a día, ejerciendo un dominio mucho más sutil pero más efectivo que la posesión demoníaca, a través de la “satanización” de la cultura.
Se puede considerar que una cultura determinada –de un pueblo, de una nación, o incluso de una civilización entera- está “satanizada”, cuando esa cultura asume acríticamente los principios del satanismo, y los aplica en todos los niveles de producción cultural. Se puede tener una idea de la dimensión y grado de satanización de la cultura, cuando se advierte que el primer mandamiento de la Iglesia satánica –creada por Anton Szandor La Vey el 30 de abril de 1966- es “Haz lo que quieras”, y que los principios guías del satanismo consisten esencialmente en exaltar las pasiones carnales del hombre. La aplicación de estos dos parámetros a nuestra civilización, permite darse una idea de por qué no se ven tantos casos de posesión física: la razón es que la casi totalidad de la producción cultural de la civilización moderna, ha asumido el mandamiento de la Iglesia de Satanás y los principios del satanismo, motivo por el cual al demonio no le es necesaria la posesión para lograr sus fines inmediato, la iniciación luciferina planetaria, y mediato, la condenación eterna de la mayor cantidad posible de almas.
Por lo tanto, lejos de no existir, como lo postula la teología progresista, el demonio está más activo que nunca, pero esa actividad se paraliza y reduce a cero cuando una cultura, un alma, un corazón, tienen por Rey a Cristo crucificado, muerto y resucitado, Vencedor Invicto del pecado, de la muerte y del infierno.

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