viernes, 19 de abril de 2013

“Yo Soy el Buen Pastor (…) Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen”



(Domingo IV - TP - Ciclo C – 2013)
         “Yo Soy el Buen Pastor (…) Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen” (Jn 10, 27-30). Jesús es el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas, porque no es “asalariado”, ni se interesa por “la lana de las ovejas”, es decir, sus pertenencias, sino que las ama por sí mismas. Jesús usa la figura de un pastor que no duda en arriesgar su vida con tal de salvar a sus ovejas. Para entender el motivo por el cual Jesús utiliza la figura de un pastor, es de utilidad espiritual hacer una composición de imagen, tomando una escena correspondiente a un pastor terreno con sus ovejas. El pastor conduce a sus ovejas a un lugar espacioso, tranquilo, con abundantes pastos verdes y agua fresca y cristalina. Además, cuentan con la protección del pastor.
A los pastores les sucede que, de vez en cuando, una oveja de su redil se aparta del rebaño, que pace en un lugar seguro, con pastos verdes y agua cristalina, para internarse por oscuros senderos que conducen a profundas y peligrosas quebradas. La oveja, no siendo apta para este territorio abrupto y escarpado, pierde pie con facilidad y cae por el barranco, golpeándose en su caída con las rocas salientes, fracturándose sus huesos al chocar contra las rocas y luego contra el fondo del precipicio. En esta situación, la oveja corre serio peligro de muerte, por sus heridas abiertas, por las cuales pierde mucha sangre, pero también por los lobos que, atraídos por esa sangre, no tienen la más mínima dificultad en desgarrar, con sus dentelladas, el cuerpo de la oveja, dándole atroz muerte. Si el pastor es un “asalariado”, es decir, ejerce su oficio de pastor sólo por el salario, por el dinero, no se preocupará por esa oveja, porque mentirá al dueño del rebaño, diciendo por ejemplo que “no se dio cuenta de que faltaba una oveja” y por eso no la fue a buscar, aunque en realidad no la fue a buscar porque prefería conservar su vida antes que arriesgarla por la oveja, y así no le importa si la oveja, en el fondo del barranco, muere desangrada o destrozada por los dientes de los lobos. Al pastor asalariado no le interesan las ovejas, mucho menos si esta es flaca, con poca lana, y encima de todo, está moribunda; le interesa sólo el dinero y por eso no se preocupa en auxiliarla. Por el contrario, el pastor bueno, el pastor que ama a sus ovejas, va a buscarla bajando hasta el fondo del barranco y arriesga su vida por ella, porque corre riesgo de caerse él mismo y despeñarse, además de ser atacado por el lobo.
“Yo Soy el Buen Pastor (…) Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen”. Tanto la escena del pastor con sus ovejas, como la del Buen Pastor, son representativas de realidades sobrenaturales: la caída de la oveja en el barranco representa la tentación consentida, es decir, el pecado; las heridas mortales que sufre en su caída y al golpearse con las piedras, representan la pérdida de la gracia; el lobo que habita en el fondo del precipicio y que se apresta a devorar a la oveja, es el ángel de la oscuridad, el demonio; el mal pastor, el pastor asalariado, representa al sacerdote que sólo se interesa por sí mismo, sin pensar en sus fieles (aunque también, secundariamente, puede representar a un padre de familia con respecto a sus hijos); el buen pastor representa a Cristo, quien baja no por un barranco hacia el fondo del precipicio, sino del cielo hasta la tierra, apoyándose no en un cayado de madera, sino en el cayado que es el leño de la Cruz, y arriesga su vida porque desciende no a un oscuro precipicio terreno, sino a este mundo terrestre, que yace en “tinieblas y en sombra de muerte”, como consecuencia  del pecado de los hombres, y lucha no contra un animal salvaje, el lobo, sino contra alguien mucho más feroz, despiadado y sanguinario que un lobo, el demonio o Satanás, que quiere destrozar a las ovejas, las almas de los hombres.
En la caída de la oveja y en la búsqueda de esta por el buen pastor, está representado el llamado a la conversión: el Buen Pastor, que sabe que su oveja se ha perdido, escucha sus balidos agonizantes y sale a buscarla, y la llama con dulces silbos y con el suave pero firme acento de su voz; la oveja, que yace en el fondo del abismo, escucha la voz de su amado Pastor y le responde a su vez. El silbido del Pastor y su llamado representan el llamado a la conversión; la oveja moribunda en el fondo del precipicio, es el alma que ha recibido la llamada de la conversión y de la contrición del corazón, y como conoce la voz de su Dios y Señor, que es su Creador, le responde llamándolo a su vez, para que se apresure en su rescate. Es esto lo que Jesús quiere decir cuando dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen”.
El Buen Pastor desciende al fondo del precipicio, ahuyenta al lobo, busca a la oveja y cura sus heridas con el suave bálsamo que es la Sangre de sus propias heridas, y le da de beber agua fresca, la vida de la gracia, y la alimenta con Pan de Vida eterna; así recuperada la oveja, la carga en sus hombros, es decir, la hace partícipe de su muerte en Cruz, y la conduce a “verdes praderas y aguas tranquilas”, es decir, el Reino de los cielos, de donde nadie podrá “arrebatarla de sus manos”, porque vivirá en la alegría de la contemplación de la Trinidad para siempre.
Con respecto al pastor que carga a la oveja en sus hombros, dice el Papa Francisco que el pastor debe tener “olor a oveja”, y es lo que sucede con Cristo, que carga a las ovejas, las almas, sobre sus espaldas, para rescatarlas del abismo en el que se encuentra, prisionera del pecado y del demonio. Pero si el pastor debe tener “olor a oveja”, y esto es lo que les sucede cuando la lleva sobre sus hombros, también hay que decir que la oveja debe tener “olor a Cristo” (cfr. 2 Cor 2, 15), y el “buen olor” a Cristo, es el olor de su Sangre que brota de sus heridas, y el olor de su gracia santificante que se comunica por los sacramentos, pero para que la oveja tenga ese olor a Cristo, debe ser dócil a su pastor, escuchar sus consejos y seguirlos, el primero de los cuales, es dejar de lado los ídolos del mundo: materialismo, hedonismo, erotismo, avaricia, lucro, sed de dinero, de poder, soberbia, ira, discordia, gnosticismo, ateísmo, agnosticismo, paganismo, brujería, ocultismo. Mal puede tener una oveja el buen olor de Cristo, si no deja que Cristo Buen Pastor lave sus heridas con su Sangre, es decir, si no se convierte de corazón, frecuenta los sacramentos y ama a su prójimo, demostrando este amor con obras de misericordia.
“Yo Soy el Buen Pastor (…) Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen”. El que ama a Cristo, Buen Pastor, escucha su dulce voz que dice: “Carga tu Cruz de cada día y sígueme en el Camino del Calvario; sube conmigo a la Cruz y quédate crucificado hasta que muera el hombre viejo, y así llegarás a la Vida eterna”.

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