martes, 16 de abril de 2013

“Yo Soy el Pan de Vida; el que viene a Mí no tendrá hambre ni sed”

“Yo Soy el Pan de Vida; el que viene a Mí no tendrá hambre ni sed” (Jn 6, 35-40). Jesús utiliza para sí la figura de un alimento que no solo es común a todas las culturas y a todas las civilizaciones, sino que se trata probablemente del primer alimento conocido por la humanidad desde la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. En tiempos de Jesús, los hebreos consumían un pan sin levadura, llamado por esto “pan ácimo”, y lo hacían para conmemorar la intempestiva salida de Egipto hacia el desierto, la cual no les dio tiempo para preparar otro pan más elaborado.



El pan ácimo, aun en su sencillez, representa un alimento de vital importancia para el hombre, porque aunque este se encuentre en situaciones de graves carestías alimentarias, mientras tenga pan, no morirá de hambre. El pan representa un soporte vital para el cuerpo del hombre, puesto al ser ingerido, sus elementos constitutivos se disgregan por acción de los jugos gástricos para luego ser absorbidos en el intestino y así pasar al torrente sanguíneo, desde donde serán distribuidos a los diversos órganos. Puede decirse, por lo tanto, que el pan concede vida, en el sentido de que impide la muerte del cuerpo.



Jesús utiliza la figura del pan, y sobre todo del pan ácimo, sin levadura, para aplicársela a sí mismo, llamándose Él mismo “Pan de Vida eterna” y “Pan Vivo bajado del cielo”, y utiliza este alimento para graficar su acción en el hombre. Jesús utiliza la figura del pan y se la aplica a sí mismo, pero la analogía con el pan material es solo en el nombre, porque su obrar en el hombre trasciende infinitamente el obrar del pan material.



Ante todo, es Pan, pero no es un pan compuesto de harina y trigo, sino que este Pan es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; alimenta, al igual que el pan ácimo, pero más que el cuerpo, alimenta el alma del hombre, con la substancia misma de la divinidad; se cuece al fuego, como el pan ácimo, pero no el fuego creado, material, terreno, sino el Fuego que es el Espíritu Santo, Espíritu que es Fuego Increado, espiritual, celestial; al igual que el pan ácimo, es ingerido y consumido, pero en vez de ser digerido y asimilado por el hombre, es Él quien con su poder divino convierte al hombre en sí mismo y lo asimila a sí, convirtiendo a quien lo consume en una imagen viviente suya; al igual que el pan ácimo, concede vida, pero no el simple sustento de la vida corporal, porque no alimenta con la substancia del pan, que ha desaparecido y no está más, sino que alimenta con la substancia divina, que es eterna, y que por lo tanto concede la Vida eterna, y así es la Vida eterna del Hombre-Dios el alimento substancial con el cual el alma es alimentada; por último, mientras el pan ácimo alimenta y calma el hambre corporal pero no la sed, porque no es líquido ni agua, el Pan de Vida eterna que es la Eucaristía, calma el hambre de Dios que de Dios tiene toda alma humana, y calma también la sed del Amor divino que tiene toda alma humana, porque este Pan contiene el Cuerpo, la Sangre, el Alma, la Divinidad y el Amor de Dios, y este Amor que es como agua fresca para el alma sedienta, se derrama como torrentes inagotables en el corazón humano, extra-saciando la sed de Amor divino que toda alma humana tiene. Esta es la razón por la cual Jesús dice que todo aquel que “coma de este Pan”, la Eucaristía, “no tendrá más hambre y jamás volverá a tener sed”, porque al comer de este Pan Vivo comerá la Carne del Cordero y beberá del Amor de Dios, que es eterno.

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