domingo, 26 de mayo de 2013

“Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme”


“Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme” (Mc 10, 17-27). Un hombre rico le pregunta a Jesús qué es lo que hay que hacer para ganar la vida eterna. Jesús le dice que tiene que cumplir los mandamientos, y como este hombre rico era piadoso, devoto y de buen corazón, le contesta que eso ya lo hacía desde su juventud. Pero hay algo que le falta hacer, y que todavía no ha hecho, y es vender todo lo que tiene, dárselo a los pobres, y seguirlo a Él. Hasta ese momento, el hombre rico pensaba que con cumplir con las oraciones y con los mandamientos, bastaba para conseguir la vida eterna, pero ahora se da cuenta que le falta algo muy importante: vender todo lo que tiene, dárselo a los pobres, y seguir a Jesús.
El pasaje del Evangelio ha sido interpretado tradicionalmente en el sentido del llamado a la vocación religiosa, puesto que por esta vocación se empieza a realizar, en el tiempo, aquello que se vivirá en la eternidad, es decir, la consagración total de cuerpo y alma a Dios Trino. El religioso debe “vender todo lo que tiene” porque nada de lo material se llevará al Reino de los cielos, y si su estado religioso anticipa la vida del cielo, en donde los bienes materiales no cuentan para nada, entonces debe desposeerse de lo material. Las otras condiciones también son necesarias: “dar a los pobres”, porque la misericordia es la “materialización” del amor profesado a Dios, a través de la ayuda al prójimo más necesitado. El otro requisito es “seguir a Jesús”, puesto que no se puede acceder a la vida eterna de cualquier manera, sino solo a través de Cristo crucificado, y para esto es necesario cargar la cruz todos los días, negarse a sí mismo, y seguir a Jesús camino del Calvario.
Pero el pasaje puede interpretarse también en otro sentido, más cotidiano: el hombre rico que se entristece al enterarse de que debe vender todo lo que tiene, puede ser alguien que reciba el llamado a la conversión, conversión que implica que dejar atrás las pasiones desordenadas y la vida de pecado, sintiendo reticencia para hacerlo, es decir, manifestando todavía apego al pecado, lo cual se manifiesta en la tristeza que experimenta el hombre rico al no sentirse capaz de vender sus bienes.
En este sentido, “vender todo lo que se tiene”, puede significar el tener que dejar de lado al hombre viejo con sus pasiones desordenadas y el apego a este mundo y a los bienes terrenos. “Vender todo lo que se tiene” es dejar definitivamente todo aquello que obstaculiza la vida de la gracia: vicios, defectos, pecados, apegos desordenados a las criaturas, para poder emprender el camino de la Cruz, el único camino que lleva al cielo. No se puede llevar la Cruz, que es pesada, con las fuerzas del hombre viejo; se necesita la fuerza de la gracia, que es incompatible con la malicia del hombre viejo, y esta malicia es la que hay que dejar cuando Jesús dice que hay que “vender todo lo que se tiene”. A su vez, el “seguir” a Jesús, implica cargar la Cruz de todos los días precisamente para dar muerte de cruz al hombre viejo y así poder nacer a la vida de la gracia en el tiempo y a la vida eterna en el Reino de los cielos, en la otra vida.

“Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme”. Si queremos alcanzar la vida eterna, no basta con simplemente ser buenos: se debe ser santos y eso se consigue solamente dejando de lado al hombre y viejo, viviendo la vida de la gracia, cargando la propia cruz, todos los días siguiendo a Jesús camino del Calvario.

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