sábado, 10 de agosto de 2013

“Estén preparados porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”

(Domingo XIX – TO – Ciclo C – 2013)
“Estén preparados porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada” (Lc 12, 35-40). Jesús plantea en este Evangelio la necesidad de estar preparados para su llegada, la llegada del Hijo del hombre, que no es otra cosa que el día de nuestra muerte. Jesús llegará ese día, solo conocido por Dios –“No sabéis ni el día ni la hora”-, sin avisar, sin que nos demos cuenta, y esa es la razón por la cual debemos estar preparados. Jesús utiliza dos figuras para darnos una idea de en qué consiste nuestra preparación: la primera, es la de un servidor que sabe que su amo debe regresar, luego de una fiesta de bodas; la segunda, es la de un dueño de casa, que puede saber o no a qué hora está por venir el ladrón.
Cada elemento de ambas figuras -el servidor y el dueño de casa- representa una realidad sobrenatural: el sirviente somos todos y cada uno de nosotros, que estamos en una casa que no es nuestra, sino de nuestro Amo, Dios y Señor, Jesús, porque la vida la tenemos prestada, para ganarnos el cielo; los objetos con los que el siervo espera a su amo, “las velas encendidas” y “la túnica ceñida”, también representan simbólicamente realidades sobrenaturales: las velas encendidas representan la fe viva en Jesucristo como Hombre-Dios, y porque es una fe viva y no muerta -como lo sería una vela encendida-, es una fe activa, operante, que es la que debe dirigir mis pensamientos, mis deseos y mis movimientos; una fe viva, una vela encendida, significa que creo en Cristo Jesús, el Hombre-Dios, y no en el "Cristo cósmico" de la Nueva Era; una fe viva, una vela encendida, significa que creo que Jesús me salva por su Cruz, y que si rechazo la Cruz -una enfermedad, una tribulación-, estoy rechazando al mismo Jesús, que por Amor me hace partícipe de su Cruz; una fe viva, una vela encendida, significa que creo que Cristo Jesús me salva por su gracia, y que sin Él y su gracia "nada puedo hacer", literalmente, ni siquiera respirar. Esto es lo que representa la vela encendida, la fe viva y operante en Cristo Jesús; lo opuesto es una vela apagada, con el pabilo humeante con humo negro: es una fe muerta, sin obras; es la fe sin vida, que no me ayuda para vencer la pereza, sea corporal o espiritual; es la fe muerta que no me mueve a obrar el bien para con mis hermanos. Jesús no quiere esta fe, sino una fe viva, activa, y por eso nos da la imagen del sirviente con las "velas encendidas". 
A su vez, la túnica ceñida representa aquello que es precisamente el fruto de esa fe viva, las obras de misericordia -corporales y espirituales-, porque el que se ciñe la túnica es el que está de pie, despierto, vigil, activo, a diferencia del que duerme, que desajusta su túnica y su cinturón. Pero la túnica ceñida también tiene otros significados, como la templanza y moderación en la comida y en la bebida, además de representar la castidad, la pureza de cuerpo y de alma. 
El otro elemento de la parábola de Jesús es el amo que regresa de la fiesta de bodas: representa nada menos que a Jesús, que vuelve de la fiesta de sus propias bodas, puesto que Él, como Dios Hijo, se ha desposado, en la Encarnación, con la humanidad.
El Amo -Jesús- regresa a la madrugada; el sirviente sabe que está por regresar, sabe que regresará con toda seguridad, pero no sabe a qué hora lo hará -y aquí se prueba su fidelidad, si está o no atento a cuando regrese su amo-; esta hora incierta de la llegada del Amor, es la hora y el día de nuestra muerte: sabemos que hemos de morir, algún día, sin dudas, pero no sabemos cuándo será, y por esto es que Jesús nos pide que "estemos preparados". En esta figura, si el amo encuentra a su sirviente con las velas encendidas y la túnica ceñida, hará algo inaudito: él mismo “pondrá a servirlo, se recogerá su túnica y lo hará sentar a la mesa”. Esto significa que le dará un premio inesperado e inmerecido –porque el sirviente simplemente está cumpliendo su deber-, lo cual habla de la generosidad y la alegría del amo. Esto significa el premio que dará Jesús a los que estén preparados en el día de la muerte, un premio totalmente inmerecido y es la vida eterna.
En la otra figura, un dueño de casa, si sabe a qué hora llegará el ladrón, no se va a dormir, sino que lo espera para atraparlo, o bien da aviso a la policía; si no sabe a qué hora viene el ladrón, entonces se descuida y el ladrón entra en su casa. Jesús viene de modo sigiloso, como un ladrón –Él roba el amor de nuestros corazones-; los dueños de casa somos nosotros, y como sabemos que va a venir, aunque no sabemos ni el día ni la hora, debemos estar preparados, para atrapar su Sagrado Corazón y quedárnoslo para nosotros para siempre.
Cuando Jesús llegue, en la hora de nuestra muerte, nos dirá: "He venido a buscarte, dame tu fe, tu alma en gracia y tus buenas obras, y ven conmigo". ¿Cómo le responderemos a Jesús? ¿Como el buen sirviente, que le dice: "Jesús, te estaba esperando; toma mi fe, mi alma en gracia y mis buenas obras, y llévame contigo"? ¿O responderemos como el mal sirviente, que le dice: "Déjame tranquilo, no quiero ir contigo, quiero quedarme con mis cosas"?
Jesús quiere que "estemos preparados" para la muerte, es decir, quiere que seamos como el sirviente bueno y como el dueño de casa que sabe que el ladrón está por llegar.
¿Cómo estar preparados para la muerte, tal como nos pide Jesús? Viviendo la fe en Cristo Jesús, conservando e incrementando el estado de gracia, y obrando la misericordia. De esa manera, el día de nuestra muerte, Jesús nos dará un premio inmerecido: la vida eterna en el Reino de los cielos y el Amor infinito y eterno de su Sagrado Corazón.



No hay comentarios:

Publicar un comentario