miércoles, 11 de septiembre de 2013

"Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman".

           
 
          "Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman". Jesús pareciera estar dando a sus seguidores una clase de pacifismo, o normas de comportamiento moral, mediante los cuales adoctrina a sus seguidores para que actúen de un modo bien diferenciado en relación al comportamiento de las otras religiones.
          Sin embargo, Jesús no es pacifista, ni sus consejos son meras normas morales, sino un llamado a imitarlo a Él, que obra de esa misma manera en la Cruz, porque en la Cruz ama a sus enemigos, hace el máximo  bien a los que lo odian, bendice a los que lo maldicen, y ruega no solo por los que lo han difamado, sino por los que le dan muerte. Y cuando Jesús obra de esta manera en la Cruz, no lo hace porque es un "hombre bueno", o porque es un "hombre santo": Jesús obra de esta manera -perdonando, bendiciendo, redimiendo a quienes lo crucifican- porque es la expresión humana del infinito y eterno Amor divino, del cual Él es su manifestación a los hombres, por medio de una naturaleza humana y actos humanos, divinizados. Jesús es el Hombre-Dios, es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad que obra a través de una naturaleza humana y como tal, sus acciones humanas, verdaderamente humanas, como el perdón, están divinizadas por proceder y pertenecer a la Segunda Persona de la Trinidad, Dios Hijo. Cuando Jesús perdona, no es un simple hombre el que perdona, sino que es Dios Hijo encarnado quien lo hace, a través de una naturaleza humana, la naturaleza humana de Jesús. Cuando Jesús bendice a los que lo odian y reza por ellos en la Cruz, es Dios Hijo en Persona quien lo hace y esta es la razón por la cual el perdón y el sacrificio expiatorio de Jesús en la Cruz no se reduce a un grupo de hombres -aquellos que en el tiempo y en el espacio lo condenaron y lo crucificaron-, sino que se extiende a toda la humanidad de todos los tiempos.

          Esta es la razón por la cual, cuando el discípulo de Jesús, que está unido a Jesús por la gracia, lo imita perdonando él a sus enemigos, no está simplemente haciendo "una buena obra", sino que está actuando como canal difusor de la Bondad divina del Ser trinitario. El perdón que un cristiano da, en nombre de Cristo, a su enemigo, es el mismo perdón que Cristo Dios da a la humanidad desde la Cruz, y es aquí en donde radica la importancia del consejo de Jesús, porque no se limita a un buen comportamiento cívico, sino que se trata de la extensión del perdón y la redención de los hombres realizada por el sacrificio de Jesús en la Cruz. El cristiano que perdona, ama a su enemigo, hace el bien a quien lo difama y calumnia, se convierte en una imagen viviente del Sagrado Corazón de Jesús y en un difusor del contenido de este Corazón Santo, el Amor y la Misericordia Divina, que redime al mundo y salva a los hombres. Pero es cierto también que los cristianos que odian, maldicen, difaman y calumnian, actúan como otros tantos canales difusores del contenido del corazón perverso del ángel caído.

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