jueves, 10 de octubre de 2013

“Si expulso demonios con el poder de Dios es que su Reino ha llegado”


“Si expulso demonios con el poder de Dios es que su Reino ha llegado” (Lc 11, 15-26). Los escribas y fariseos acusan falsamente a Jesús de obrar bajo influencia del demonio en su acción de curar enfermos y expulsar demonios, lo cual constituye un pecado contra el Espíritu Santo, puesto que atribuye malicia a Dios y a su obra. Jesús les hace ver que Él no actúa con el poder del demonio, porque Él cura las enfermedades y expulsa a los demonios, y el demonio no puede combatirse a sí mismo, ya que si hiciera esto, se debilitaría, desde el momento en que es el causante de toda enfermedad humana -al menos remotamente, por causa del pecado original[1]-, y es el causante –obviamente-, de las posesiones demoníacas.
Pero además, Jesús agrega que si Él expulsa a los demonios con el “dedo de Dios”, esto significa que “el Reino de Dios ha llegado a los hombres”, porque Él “ha venido para destruir las obras del demonio” y liberar al hombre de las consecuencias de la caída[2].
Jesús concluye con una alusión muy severa a sus adversarios: si ellos se han colocado contra Jesús cuando arroja a un demonio, ¿no significa esto que se han puesto del lado de Satán, cuyo reinado Nuestro Señor ha venido a destruir?[3]. Como resultado del diálogo, quedan desenmascarados los enemigos de Jesús, que lo acusaban de estar poseído, cuando en realidad son ellos los posesos o, al menos, quienes trabajan directamente para el reino de Satanás en la tierra.
Esto que sucede con Jesús, sucede hoy con la Iglesia Católica, su Cuerpo Místico, puesto que la Iglesia es atacada permanentemente por individuos que, desde las más diversas ocupaciones y profesiones, acusan falsamente a la Iglesia de ser la causante de la desgracia humana. Por ejemplo, solo para citar una pequeña muestra de la abundancia de falsas acusaciones, el escritor Eduardo Galeano, quien en un poema de su autoría atribuye falsamente a Dios la invención de la culpa y la orden de “quemar vivos” a quienes “adoren al sol y a la  luna”: “En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja”. Eduardo Galeano. Los hijos de los días. 12 de Octubre: nada que celebrar”.
Autores como este señor, que atacan a la Iglesia, Cuerpo Místico de Jesús, atribuyéndole malicia, pero no la malicia propia del pecado de quienes formamos la Iglesia, puesto que todos somos pecadores, sino la malicia de la obra de la Evangelización –y en esto constituye su pecado luciferino-, se ponen de parte de Satanás, en su irracional intento de destruir a Cristo y a su Iglesia.



[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1957, 613.
[2] Cfr. Orchard, ibídem.
[3] Cfr. Orchard, ibídem.

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