miércoles, 22 de enero de 2014

“Jesús cura la mano paralizada del hombre mientras se indigna por la dureza de corazón de los fariseos”


“Jesús cura la mano paralizada del hombre mientras se indigna por la dureza de corazón de los fariseos” (cfr. Mc 3, 1-6). En el episodio del Evangelio, Jesús entra en una sinagoga, en donde se encuentra un hombre con una mano paralizada. Es día sábado, día en el que, según las prescripciones farisaicas, no estaba permitido ningún tipo de trabajo, ni siquiera este que quiere hacer Jesús, que es el de curar al hombre enfermo, porque supone la realización de un trabajo manual. Los fariseos no entienden que la esencia de la religión es la caridad y que las prescripciones como estas quedan anuladas cuando se trata de poner por obra aquello que se cree. 
La ley mosaica tenía como precepto el amor a Dios y al prójimo –aunque no todavía en el sentido cristiano- y ese mandamiento de amor tenía primacía sobre la prescripción legal que mandaba no trabajar el día sábado, porque el amor prevalece sobre todo, ya que es lo que da vida a todo, y esa es la razón por la cual Jesús, al curar la mano paralizada del hombre, aun en día sábado, no estaba cometiendo ninguna transgresión de la ley. Por eso es que Jesús les hace una pregunta retórica, es decir, sabiendo obviamente la respuesta: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. 
Lo más grave de todo es que los fariseos, dice el Evangelio, “callaron”, es decir, sabían la respuesta: los fariseos sabían que Jesús no obraba mal al curar la mano del hombre, pero “callaron” porque eran “hipócritas”, como el mismo Jesús les dirá luego, y aquí radica la gravedad y la razón de porqué Jesús se indigna y se apena: “Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones…”, porque ellos, como hombres religiosos, sabían que la caridad, el amor a Dios y al prójimo, era la esencia de la religión, y sin embargo, cerraban sus corazones al Amor de Dios –dureza de corazón- y así, ni amaban a Dios ni tenían compasión de sus hermanos los hombres, mientras se hacían pasar por hombres de oración. Es por esto que el Papa Francisco dice que la hipocresía es pecado contra el Espíritu Santo, porque es pecado contra el Amor de Dios, y es esto lo que hacían los fariseos: aparentaban amar a Dios y ser hombres de oración, pero no amaban al prójimo, imagen viviente de Dios.
“Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones…”. Procuremos no ser causa de disgusto e indignación para Jesús, no endurezcamos nuestro corazón para con nuestro prójimo y amémoslo con obras, más que con palabras.

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