martes, 11 de febrero de 2014

“Es del corazón del hombre de donde salen todas las cosas malas”





“Es del corazón del hombre de donde salen todas las cosas malas” (Mc 7, 14-23). Los fariseos creían que el hombre se contaminaba con las cosas exteriores y por eso es que estaban prescriptas las abluciones de manos y los lavados y purificaciones de utensilios y elementos del culto religioso: para poder ser utilizados, debían ser purificados de la contaminación exterior. Pero Jesús advierte claramente que no es lo exterior lo que contamina al hombre, sino que el agente contaminante, que hace inútil la ofrenda que el hombre hace a Dios, no está en el exterior, sino en el interior mismo del hombre, en su mismo corazón: “Es del corazón del hombre de donde salen todas las cosas malas”. Y luego pasa a enumerar cuáles son estas cosas malas: malas intenciones, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricia, maldad, engaños, deshonestidades, envidia, difamación, orgullo, desatino. Dice Jesús que “todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”, y la razón es que el corazón del hombre está dañado y corrompido por el pecado y solo la acción de la gracia santificante puede sanarlo y es por esto que los sacramentos son indispensables para que el corazón humano pueda ser purificado, a fin de ser presentado como ofrenda pura y agradable a Dios.
Por otra parte, es aquí donde puede verse la radical falsedad de la espiritualidad de la Nueva Era que pretende, por medio de la introspección, encontrar en el hombre a la misma divinidad, confundiendo al hombre con Dios y, en el colmo de la necedad, pretende llamar “virtudes” a todas estas cosas que no son sino abominación y pecado. En otros tiempos de la humanidad, esto sería una verdad de Perogrullo, pero en nuestros días, en los que al mal se le llama bien y al bien se le llama mal, las cosas se han invertido de tal manera, que las “cosas malas que salen del corazón del hombre”, como dice Jesús, son aceptadas como buenas, y de tal manera, que se convierten en leyes universales, y tan universales, que quienes se nieguen a aceptarlas, serán considerados delincuentes y marginales. Es lo que está sucediendo en nuestros días con la aprobación de los llamados "neoderechos del colectivo LGBT" por parte del Parlamento Europeo, al dictaminar favorablemente en el caso “informe Lunacek”. Según este informe, será considerado como “delito de homofobia” el llamar “matrimonio” a la unión del varón con la mujer –porque se lesionan los neo-derechos en la perspectiva LGBT-, además de negarse a los niños el derecho de tener un papá-varón y una mamá-mujer, entre otros “desatinos”, para usar el lenguaje de Jesús[1]. En otras palabras, los "neoderechos" consisten en llamar "virtud" al "pecado" y "pecado" a la "virtud", es decir, todo lo malo y anti-natural que sale del corazón del hombre, contaminado por la malicia del pecado, es sancionado por las leyes del hombre del siglo XXI como un derecho humano, como algo bueno y positivo, que debe ser exigido y sancionado como un derecho humano, todo lo cual se encuentra en abierta contradicción con las enseñanzas de Jesucristo en el Evangelio.
“Es del corazón del hombre de donde salen todas las cosas malas”. Del corazón del hombre, corrompido por el pecado, salen cosas malas, que solo le darán infelicidad, amargura, tristeza, soledad y finalmente muerte, temporal y eterna, aunque se quieran disfrazar a estas cosas con nombres altisonantes como "neoderechos" y aunque se los presente con banderas multicolores y música festiva. Solo cuando el hombre acepte y pida libre y voluntariamente que la gracia sanee y cure su corazón, corrompido por el pecado, podrán salir del corazón del hombre cosas buenas, latidos de amor, de paz, de alegría, de acción de gracias, de adoración y de alabanzas a su Creador, y no el desatino y la aberración inicua que vemos en nuestros días, enmascarada de un falso humanismo compasivo.


[1][1] http://cigotoypersona.blogspot.com.ar/2014/02/grave-parlamento-europeo-aprueba-llamar.html

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