miércoles, 12 de febrero de 2014

“Hasta los cachorros comen de las migajas que caen de la mesa de los dueños”


“Hasta los cachorros comen de las migajas que caen de la mesa de los dueños” (Mt 15, 21-28). Una mujer cananea, pagana, pide a Jesús que libere a su hija que se encuentra poseída por un demonio. Jesús le responde que “no está bien dar el pan de los hijos a los cachorros”, porque primero deben alimentarse los hijos, dando a entender a la mujer que los integrantes del Pueblo de Israel tienen prioridad en recibir los beneficios del Mesías y que por lo tanto su hija, que no pertenece al Pueblo Elegido, debe esperar. La mujer le responde que es así, pero que “hasta los cachorros comen las migajas que caen de la mesa de los dueños”. En esta respuesta, además de un gran acto de humildad –efectivamente, la mujer no se ofende al ser comparada nada menos que con un cachorro de perro-, hay una profundísima sabiduría celestial, que va mucho más allá de una mera comprensión racional humana, porque implica una iluminación divina. En efecto, en la respuesta de la mujer pagana, hay una súbita comprensión -dada por el Espíritu Santo e inexplicable por la sola deducción de la razón humana- acerca de los planes de la Sabiduría Divina para salvar a la humanidad, planes que pasan por la acción del Mesías a través del Pueblo Elegido primero, para luego dirigirse a todas las naciones paganas y es lo que explica que los hebreos sean los destinatarios de los milagros y portentos en un primer momento, pero eso no significa que los paganos sean excluidos. Por el contrario, eso es el indicio de que los paganos han sido ellos también llamados a participar del Amor misericordioso de Dios, que quiere abrazar y abarcar a toda la humanidad y no solo y exclusivamente a los hebreos.
Es esto lo que la mujer comprende y es por esto que, en la progresión del diálogo, la mujer cananea le responde a Jesús que a pesar de ser ella y su hija paganas, y por lo tanto no ser destinatarias en primer lugar de la acción benéfica del Mesías, sin embargo pueden también beneficiarse de su obra redentora, porque los milagros obrados en plenitud y en primacía a favor de los hebreos –en este caso, los exorcismos-, serán realizados luego a toda la humanidad y ella y sus hijas son, al fin y al cabo, tan humanas como lo son los hebreos. La mujer cananea comprende, súbitamente iluminada por el Espíritu Santo, que si bien los hebreos son, de momento, los “hijos”, que “comen sentados a la mesa” y ella y su hija son “los cachorros que comen las migajas que caen de la mesa de los hijos”, también ella y su hija, y luego toda la humanidad, entrarán en algún momento a formar parte del Nuevo Pueblo Elegido, porque todos serán llamados a ser hijos adoptivos de Dios, todos serán llamados al Banquete celestial, todos los hombres, de todos los tiempos, serán invitados a probar el Manjar celestial, el Maná bajado del cielo, el Maná verdadero, el Pan Vivo bajado del cielo, la Eucaristía.
“Hasta los cachorros comen de las migajas que caen de la mesa de los dueños”. Nosotros, que ahora nos alimentamos de la mesa como los hijos, somos los cachorros de perro contemplados en la visión mística de la mujer cananea; de la misma manera, muchos de nuestros prójimos, que ahora se encuentran alejados de Dios, algún día también lo contemplarán cara a cara en el Reino de los cielos, por su misericordia.

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