viernes, 25 de abril de 2014

Domingo in Albis o de la Divina Misericordia


(Domingo II - TP - Ciclo A - 2014)
         “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 19-31). Jesús resucitado se aparece en medio de sus discípulos, que se encuentran en oración, y les infunde el Espíritu Santo. El don del Espíritu Santo es el culmen de su misterio pascual de muerte y resurrección. El Amor de Dios es la respuesta de Dios al deicidio de los hombres. Los hombres habían crucificado a su Hijo, y Dios Padre responde no con ira y con su Justicia divina, sino con Amor y con Misericordia, insuflando el Espíritu Santo, el Amor Divino. Jesús insufla el Amor de Dios, el Espíritu Santo, en el cenáculo, y con esto infunde sobre la Iglesia el Amor y la Misericordia Divina, pero ya en la cruz, cuando estaba ya muerto, ya había infundido sobre la humanidad su Divina Misericordia, cuando el soldado romano traspasó su Corazón y de su Corazón traspasado brotó Sangre y Agua, porque la Sangre y el Agua, que brotaron de las profundidades del Corazón de Jesús, fueron el vehículo para portar al Espíritu Santo, el Amor de Dios.
         El Agua y la Sangre que brotaron del Corazón traspasado de Jesús llevan en sí mismos al Amor de Dios, el Espíritu Santo, y por eso mismo son la Misericordia de Dios para las almas, y es eso lo que Jesús le dice a Sor Faustina Kowalska en sus apariciones como Jesús Misericordioso, hablando de los rayos que brotan de su imagen: “Los dos rayos indican Agua y Sangre. El rayo pálido significa el Agua que hace las almas justas. El rayo rojo significa la Sangre que es la vida de las almas. Estos dos rayos salieron de las profundidades de Mi tierna Misericordia, cuando Mi corazón agonizado fue abierto por la lanza en la Cruz”.
         Esta Misericordia Divina, que se derramó sobre el mundo y la Iglesia desde el Corazón traspasado de Jesús en la Cruz, se comunica en el tiempo y en el espacio a las almas a través de la Iglesia de muchas maneras, principalmente a través de los sacramentos y también a través de las obras de misericordia corporales y espirituales, pero también por el amor fraterno entre los miembros de la Iglesia.
         Pero hay un modo especialísimo por el cual se comunica la Misericordia Divina en estos últimos tiempos que vive la humanidad y es practicando la devoción a Jesús Misericordioso, tal como se le apareció Jesús a Sor Faustina Kowalska, una religiosa polaca en el año 1938. Jesús se le apareció en la celda de su convento a Sor Faustina diciéndole: “Pinta una imagen de acuerdo a esta visión con la frase “Jesús, en Vos confío” y quiso que la imagen fuera honrada especialmente el primer Domingo después de Pascua: “Yo quiero que esta imagen sea solemnemente bendecida el primer Domingo después de Pascua; ese Domingo ha de ser la Fiesta de Mi Misericordia” (…) Yo deseo que esta imagen sea venerada, primero en tu capilla y luego en el mundo entero. Yo prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, especialmente a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé con mi propia gloria”.
         Pero no solo el segundo Domingo después de Pascua se derrama la Misericordia sobre la humanidad, sino todos los días, a las Tres de la tarde, la hora en que murió Jesús en la Cruz, se derrama un torrente inagotable de Misericordia Divina sobre los hombres. Solo basta que nos sumerjamos, por medio de la oración, en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y el Amor infinito que brota del Corazón traspasado de Jesús se derramará sobre nosotros, sobre nuestros seres queridos, y sobre todos los hombres. Así se lo dice Jesús a Sor Faustina: “Te recuerdo, hija mía, que tan pronto como suene el reloj a las tres de la tarde, que te sumerjas completamente en Mi Misericordia adorándola y glorificándola; invoca su omnipotencia para todo el mundo, y particularmente para los pobres pecadores; porque en ese momento la Misericordia se abrió ampliamente para cada alma” (...) “A la hora de las tres, implora Mi Misericordia, especialmente por los pecadores; y aunque sea por un brevísimo momento, sumérgete en mi Pasión, especialmente en mi desamparo, en el momento de mi agonía. Esta es la hora de gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré entrar dentro de mi tristeza mortal. En esta hora, no rehusaré nada al alma que me lo pida por los méritos de mi Pasión”.
Todavía más, incluso fuera del día de la Divina Misericordia, y fuera de las Tres de la tarde, con solo contemplar la imagen de la Divina Misericordia, la Misericordia Divina nos alcanza, con solo contemplar la imagen con fe y con amor. Así dice Santa Faustina al contemplar la imagen de Jesús Misericordioso: “Hoy he visto la gloria de Dios que fluye de esta imagen. Muchas almas reciben gracias aunque no lo digan abiertamente”.
Además, quien recite la Coronilla de la Divina Misericordia -enseñada por Jesús en Persona a Sor Faustina- en la hora de la muerte, recibirá la gracia de la conversión y de la salvación eterna: “Alienta a las personas a recitar la Coronilla que te he dado... Quien la recite, recibirá gran misericordia a la hora de su muerte. Los sacerdotes la recomendarán a los pecadores como su último refugio de salvación. Aún si el pecador más empedernido recita esta Coronilla, al menos una vez, recibirá la gracia de mi infinita misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mí Misericordia”.
Y si la Coronilla se reza por un moribundo, Jesús en Persona se hace Presente y se interpone entre el moribundo y Dios Padre, intercediendo como Salvador misericordioso y concediendo al moribundo la gracia de la contrición perfecta del corazón y la salvación eterna: “Escribe que cuando reciten esta coronilla en presencia del moribundo, Yo me pondré entre mi Padre y él, no como Juez Justo, sino como Salvador misericordioso”.
La imagen de Jesús Misericordioso es la “última devoción para el hombre de los últimos tiempos”; es la “señal de los últimos tiempos”, es “la última tabla de salvación”[1], a la cual el hombre debe acudir para beneficiarse del “Agua y de la Sangre” que brotaron del Corazón traspasado de Jesús: “(Esta imagen) Es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la Fuente de Mi misericordia, (y) se beneficien dela Sangre y del Agua que brotó para ellos”[2].
La devoción a la Divina Misericordia  es la última oportunidad para el hombre de los últimos tiempos. Si la humanidad no acude a la Misericordia Divina, morirá sin remedio en el abismo eterno. Dice Jesús: “Di a la Humanidad que esta imagen es la última tabla de salvación para el hombre de los Últimos Tiempos”[3]. (…) “Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi misericordia[4]”.
Ya no habrán más devociones, hasta el fin de los tiempos, ni habrá tampoco más misericordia, una vez finalizados los días terrenos, antes del Día del Juicio Final. Dios tiene toda la eternidad para castigar, pero mientras hay tiempo, hay misericordia. Cada día que transcurre en esta tierra, es un don de la Misericordia Divina, que nos lo concede para retornemos a Dios Trino, para que nos arrepintamos de las maldades de nuestros corazones, para que dejemos de obrar el mal, e iniciemos el camino que conduce a la feliz eternidad, el camino de la cruz. El tiempo, los segundos que pasan, los minutos, las horas, los días, los años, son dones de la Misericordia Divina, que espera con paciencia nuestro regreso al Padre, por medio del arrepentimiento, la contrición, el dolor de los pecados, y el amor a Dios y al prójimo.
Mientras hay tiempo, hay misericordia, y por eso, cada día que Dios nos concede, es un regalo de la Misericordia Divina, que busca nuestro arrepentimiento y nuestro amor a Dios y al prójimo. Pero resulta que el tiempo se está terminando, y que el Día de la ira divina, en donde ya no habrá más misericordia, se está terminando, ya que está cercano el retorno de Jesús, según sus mismas palabras: “Si no adoran Mi misericordia, morirán para siempre. Secretaria de Mi misericordia, escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia”[5] (…) “Deseo que Mi misericordia sea venerada en el mundo entero; le doy a la humanidad la última tabla de salvación, es decir, el refugio en Mi misericordia”[6] (...) “Antes del día de la justicia envío el día de la misericordia[7]. Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ¡ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita![8].
La Devoción a la Divina Misericordia es la última devoción concedida a la Humanidad, antes del Día del Juicio Final, y prepara a los corazones para la Segunda Venida de Jesucristo, que está próxima: “Prepararás al mundo para Mi última venida”[9].
La imagen de Jesús misericordioso es una señal de los últimos tiempos, que avisa a los hombres que está cercano el Día de la justicia: “Habla al mundo de mi Misericordia… Es señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo para que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia”[10].
No hay opciones intermedias: o el alma se refugia en la Misericordia de Dios, o se somete a su justicia y a su ira divina: “Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia”[11].
Jesús nos advierte, con mucha insistencia, que acudamos a beber a la Fuente Inagotable de la Misericordia Divina, que es esta imagen suya, que es su Corazón traspasado, de donde brotan Sangre y Agua, porque es cierto que Jesús es Misericordia infinita, pero también es cierto que Él es también Justicia infinita, porque de lo contrario, no sería Dios Justo, sino que sería un Dios In-Justo, es decir, no sería Dios. Dios es Misericordia y Justicia, y nos ofrece su Misericordia y nosotros debemos aceptar libremente su Misericordia, pero si no queremos pasar por su Misericordia, indefectiblemente deberemos pasar por su Justicia, y para quien no quiera pasar por su Misericordia en esta vida, la Sabiduría Divina preparó el Infierno para que la Justicia Divina pudiera ejercer allí los justos castigos preparados para los que libremente eligieron morir en pecado mortal.
El mismo Jesús Misericordioso fue quien, en un determinado momento, envió a un ángel para que llevara a Sor Faustina al infierno y le hiciera contemplar las terribles torturas a las que son sometidos, para siempre, aquellos que no quisieron aprovechar las innumerables oportunidades de conversión que la Divina Sabiduría les ofrecía. El Catecismo de la Iglesia Católica, en su Compendio, en el Número 212 dice: “El infierno consiste en la condenación eterna de quienes, por libre elección, mueren en pecado mortal”. Quien piensa que Dios es solo Misericordia pura, pero no Justicia, y cree que puede vivir en el pecado y que se arrepentirá a último momento, está equivocado. Precisamente, Jesús llevó a Sor Faustina al infierno, para que diera testimonio de que el infierno existe y de que no está vacío; por el contrario, está ocupado con todos aquellos que pensaron que podían burlar a la Justicia Divina.
         Jesús es Misericordia infinita, pero también es Justicia infinita y por eso llevó a sor Faustina al infierno, para que diera testimonio de su existencia. Dice así el tremendo testimonio de Sor Faustina, y tengamos en cuenta fue Dios quien la llevó y quien le ordenó que diera testimonio de su experiencia:
“Hoy, fui llevada por un ángel a los abismos del infierno. ¡Es un lugar de gran tortura, cómo asombrosamente grande y extenso!
Los tipos de torturas que vi:
-la primer tortura del infierno es la pérdida de Dios;
-la segunda es el remordimiento perpetuo de la conciencia;
-la tercera es que la condición de uno nunca cambiará;
-la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla, un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por la ira de Dios;
-la quinta es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante, pero a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros, su propia alma y la de los demás;
-la sexta es la compañía constante de satanás;
-la séptima es la horrible desesperación, el odio a Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias.
Las mencionadas antes son las torturas sufridas por todos los condenados juntos, pero que no es el fin de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas en particular. Estos son los tormentos de los sentidos.
Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la manera en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra.
Me habría muerto con la simple visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Que el pecador sepa que va a ser torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que fueron usados para pecar. Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay infierno, o que nadie ha estado allí, y por lo tanto nadie puede decir que no sabe.  Lo que he escrito no es más que una pálida sombra de las cosas que vi. Pero me di cuenta de una cosa: que la mayoría de las almas que hay no creen que haya un infierno. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí!  En consecuencia, pido aún más fervientemente por la conversión de los pecadores”[12].
Es la misma Virgen quien nos advierte de que la Segunda Venida de Jesucristo está cercana, y de que su imagen es una señal de esta venida. Pero tenemos que saber que la imagen no es una carta blanca para pecar y que con Dios y su Misericordia no se juega: la Virgen dice que quien abuse de la Misericordia Divina pasará por la ira de Dios y la ira de Dios será tan terrible, que hasta los ángeles temblarán en ese día. Así le dice la Virgen a Sor Faustina: ‘Yo he dado al mundo el Salvador; tú has de hablar de su Gran Misericordia y prepararlo para su Segunda Venida. Él vendrá, no como Salvador Misericordioso, sino como Justo Juez. Aquel día terrible será día de Justicia, día de la ira de Dios: en aquel día los mismos ángeles temblarán… Habla a los hombres de la Gran Misericordia de Jesús, mientras sea aún el tiempo para conceder la misericordia. Si ahora tú callas, en aquel día tremendo deberás dar cuentas de un gran número de almas… No temas nada; sé fiel hasta el fin’[13]”.
Finalmente, como hemos visto, Jesús asocia numerosísimas gracias asociadas a esta imagen: “Ofrezco a los hombres la vasija con la que han de seguir viniendo a la fuente de la Misericordia para recoger las gracias. Esa vasija es esta imagen con la inscripción: “Jesús, en Vos confío”. Jesús promete que quien venere esta imagen, no perecerá jamás.
Veneremos entonces, la imagen de Jesús Misericordioso, colocándola en el mejor lugar de nuestros hogares, pero sobre todo, la veneremos y la entronicemos en nuestro corazón, y la honremos obrando la misericordia para con el más necesitado, y le pidamos a la Virgen, Madre de Misericordia, que sea Ella quien la grabe en nuestros corazones con el fuego del Espíritu Santo, para que quede allí grabada, en el tiempo y por toda la eternidad[14].




[1] Diario, 998.
[2] Diario, 848.
[3] Diario, 299.
[4] Diario, 288ª.
[5] Diario, 965.
[6] Diario, 998.
[7] Diario, 965.
[8] Diario, 965.
[9] Diario, 429.
[10] Diario, 848.
[11] Diario 1146.
[12] Diario de Santa Faustina, 741.
[13] Diario 635.
[14] Cfr. http://adoremosalcordero.blogspot.com.ar/2011/04/esta-imagen-es-una-senal-de-los-ultimos.html

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