miércoles, 18 de junio de 2014

“Cuando oren, digan de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en el cielo’”


“Cuando oren, digan de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en el cielo’” (Mt 6, 7-15). Jesús enseña a sus discípulos a orar de una manera nueva, desconocida hasta entonces: enseña que a Dios se le puede dar el nombre de “Padre”. El calificativo de “Padre” dado por Jesús a Dios no se debe a un mero sentimentalismo ni por mera sensiblería: Jesús nos dice que llamemos a Dios “Padre” porque nos dona, por la gracia bautismal, el don de ser hijos adoptivos de Dios. Por el bautismo, el alma se convierte, de mera creatura, en hija adoptiva de Dios, porque la gracia la hace ser partícipe de la condición filial del Hijo de Dios. En otras palabras, por la gracia sacramental bautismal, el hombre se convierte, de simple creatura, en hijo adoptivo de Dios, al donarle Jesús, por participación, su filiación divina, la filiación con la cual Él es Hijo de Dios desde la eternidad, y esto es un don que supera toda capacidad de comprensión.

“Cuando oren, digan de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en el cielo’”. Llamar a Dios “Padre” no puede nunca, para el cristiano, ser una rutina; llamar a Dios “Padre” no puede nunca dejar indiferente al cristiano, porque el solo hecho de decirle “Padre”, debe despertar en su alma el deseo de contemplarlo y amarlo por toda la eternidad, con el mismo Amor con el cual lo ama Dios Hijo, Cristo Jesús. El solo hecho de llamar a Dios “Padre” debería –al menos en teoría- constituir para el cristiano el alivio en las tribulaciones cotidianas, porque Dios es un Padre amoroso que, para salvar a sus hijos adoptivos, no dudó en sacrificar a su Hijo Unigénito en la cruz y no duda en prolongar y actualizar ese sacrificio en el altar eucarístico, para que sus hijos adoptivos se alimenten del Amor del Sagrado Corazón. Solo esto, el saberse amado por un Dios que es “Padre” amoroso, debería bastarle al cristiano, para vivir en paz y en alegría, e inundado por el Amor de Dios, aun en medio de las más duras y dolorosas pruebas.

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