viernes, 27 de junio de 2014

Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo


(Ciclo A – 2014)
         “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán sobre ella” (Mt 16, 13-19). En este Evangelio, Jesús hace dos cosas muy importantes para su Iglesia: nombra a Pedro como Vicario suyo en la tierra, es decir, lo nombra como Papa, como Sucesor suyo, y promete a su Iglesia el triunfo sobre las fuerzas del Infierno, al fin de los tiempos.
En un primer momento, Jesús pregunta a sus discípulos acerca de qué es lo que dice la gente acerca de Él; no porque no lo sepa, ya que Él, en cuanto Hombre-Dios, es omnisciente, sino porque los está preparando para la próxima revelación, que seguirá a continuación. La respuesta que da la multitud, la gente, es una respuesta equívoca, errónea: unos creen que es Juan el Bautista, otros, Elías, otros, Jeremías, otros, alguno de los profetas. La multitud, inevitablemente, tiene una imagen distorsionada acerca de Jesús. Luego, Jesús pregunta a los discípulos, acerca de su identidad, acerca de quién es Él, y antes de que cualquiera responda, el primero en responder, de entre todos los discípulos, es Pedro quien responde, dando la respuesta correcta: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
         Es muy importante tener en cuenta lo que Jesús dice a continuación, porque en las palabras de Jesús está la clave de la respuesta correcta de Pedro: “Feliz de ti, Pedro, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo”. Es decir, el hecho de creer que Jesús es Dios Hijo en Persona; que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad encarnada en una naturaleza humana; que es el Verbo de Dios en Persona quien ha asumido hipostáticamente, es decir, personalmente, a una naturaleza humana, para divinizarla, sin confundir las naturalezas divina y humana, de manera tal que quien ve a Jesús ve al mismo Dios Hijo en Persona y no a un hombre más entre tantos, es algo que no puede ser conocido por la sola razón humana; ese conocimiento lo ha dado Dios Padre, y eso es muy importante, porque quien sabe eso, sabe luego que la Eucaristía no es un pedacito de pan bendecido, sino que es el mismo Jesús en Persona, porque Jesús, el Hombre-Dios, y la Eucaristía, son una misma cosa. Quien tiene el conocimiento, dado por Dios Padre, de que Jesús es Dios Hijo en Persona, tiene también el conocimiento de que la Eucaristía no es un simple trozo de pan, sino que es ese mismo Jesús, el Hijo de Dios, que está oculto, invisible, en algo que parece un poco de pan, pero ya no es más pan, porque no está más la substancia inerte, sin vida, del pan material, sino que está la substancia gloriosa del Hijo de Dios vivo, Jesús, el Mesías, el Hombre-Dios, el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo.
         Esta es la importancia de la afirmación de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Si nos mantenemos unidos a la fe del Papa, que es la fe de la Iglesia, estaremos siempre iluminados por el Espíritu Santo, que es el Espíritu del Padre y del Hijo, y permaneceremos siempre en la Verdad, y nunca caeremos en las tinieblas del error.
         Luego de nombrar a Pedro como Vicario suyo en la tierra, le da a la Iglesia no solo la promesa de su asistencia hasta el fin de los tiempos, sino que le promete la victoria sobre el Infierno: “Las puertas del Infierno no prevalecerán contra mi Iglesia”. Esto significa que a lo largo de la historia, pero sobre todo al fin de los tiempos, se dará, entre el Infierno y la Iglesia, entre las fuerzas de las tinieblas y las fuerzas del cielo, presentes en la Iglesia, una lucha sin cuartel, en la cual el Infierno parecerá, en un determinado momento, que habrá triunfado, pero eso será solo en apariencia, porque la Presencia de Jesucristo hará que las fuerzas infernales, cuando crean que hayan triunfado, sean en ese momento, derrotadas para siempre. La aparición del Anticristo, en medio de la Iglesia, confundirá a muchos cristianos, porque pensarán que el Anticristo es Cristo, y por eso la fe de muchos vacilará, y la Iglesia se conmoverá en sus cimientos, y es por eso que los que permanezcan fieles a Jesús y a la Iglesia deberán pasar una muy dura prueba de fe, de tal magnitud, que muchos vacilarán en la fe, porque el Anticristo intentará cambiar la Ley de Dios, para acomodarla a los caprichos y placeres de la naturaleza humana corrompida por el pecado original, y hará creer que eso, es la voluntad de Dios. En otras palabras, el Anticristo, haciéndose pasar por Cristo, en el seno de la Iglesia, intentará cambiar los Mandamientos de la Ley de Dios y los Sacramentos, para acomodarlos a la naturaleza humana caída, haciendo pasar el pecado como algo bueno y virtuoso, y esto pondrá a prueba la fe de muchos.
Esto está escrito en el Catecismo de la Iglesia Católica: “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”[1].
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán sobre ella”. Unidos a nuestro Papa Francisco, el Vicario de Cristo, que nos da la fe de la Iglesia, estaremos siempre iluminados por Dios, y reconoceremos siempre a Cristo en la Eucaristía (no olvidemos que siendo cardenal en Buenos Aires, reconoció un portentoso milagro eucarístico), y de esa manera, viviremos siempre iluminados por la luz que brota del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
        





[1] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 675.

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