lunes, 15 de diciembre de 2014

¿Cuál de los dos cumplió la voluntad del padre?


         Jesús trae como ejemplo dos hijos de un mismo padre (cfr. Mt 21, 28-32): ante el pedido de su padre de ir a trabajar en su viña, el primero dice que no irá, pero luego va; el segundo dice que irá, pero luego no va. El primero es el que, luego de haber cometido el mal, experimenta el remordimiento de su conciencia, se arrepiente y se salva; el segundo en cambio representa a aquellos que honran a Dios con los labios, pero cuyo corazón está lejos de Él. De esta manera, Jesús nos habla acerca del valor del remordimiento de conciencia, como signo de la gracia y de la vitalidad del alma, puesto que la falta del remordimiento, frente al mal cometido, es un signo de que el alma está endurecida en el mal y muerta por el pecado. Los casos extremos son Pedro y Judas Iscariote. Con relación al remordimiento, dice San Agustín: “El remordimiento es una gracia para el pecador. Sentir el remordimiento y escucharlo es una prueba de que la conciencia no está apagada. El que siente su herida, desea la curación y toma su remedio. Donde no se siente el mal, no hay esperanza de vida”.
Entonces, con los ejemplos de los dos hijos, Jesús se refiere a dos casos extremos y no indica ningún caso en donde el que prometa, cumpla. Podemos tomar como caso paradigmático de la falta de los que prometen falsamente a Dios con doblez de corazón y de los que se presentan exteriormente cerca de Dios, pero con un corazón todavía no convertido, el fracaso de Pedro en sus promesas (cfr. Mt 26, 35).
La enseñanza estaría en prevenirnos de prometer a Dios una fidelidad que no podremos cumplir de no mediar su asistencia y no ser presuntuosos, puesto que sólo Él puede darnos esa gracia. De ahí que la actitud de la verdadera fidelidad, lejos de prometer a Dios, implora de Él su sostén. Entonces sí que la fidelidad es segura, porque desconfía de sí misma  y se apoya en Dios. Ése debe ser el espíritu de todo propósito de enmienda.

Ahora bien, puesto que Pedro finalmente se arrepiente, los dos hijos podrían representar dos estados del alma en una misma persona, en dos momentos diferentes, en dos estadios distintos de su evolución espiritual y de su respuesta a la gracia. En un primer momento, se presenta como falso, con doblez de corazón y con temeridad, cuando dice que irá a trabajar a la viña, pero no va –es Pedro cuando promete dar la vida por Jesús, pero luego lo traiciona tres veces-; en un segundo momento, por la acción de la gracia, ante el mal cometido, el remordimiento de conciencia lo lleva a reconocer su error y a pedir perdón y por lo tanto, va a trabajar a la viña: es Pedro cuando, al canto del gallo, reconoce su traición y se arrepiente. Judas Iscariote, por el contrario, no responde a la gracia y no se arrepiente, puesto que rechaza el remordimiento de conciencia, ya que su alma permanece muerta por el pecado mortal de la traición. La enseñanza entonces es el pedir la gracia de la perseverancia final, la conversión del corazón y el no ser presuntuosos, pensando en que somos algo por nosotros mismos, porque, como dice Jesús, sin Él, nada podemos: “Sin Mí, no podéis hacer nada” (Jn 15, 5), y además, sin Él, somos “nada más pecado”.

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