jueves, 23 de abril de 2015

“Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre, no tendrán Vida en ustedes”


“Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre, no tendrán Vida en ustedes” (Jn 6, 51-59). ¿Qué clase de “vida” es la que tendrán quienes coman la carne del Hijo del hombre y beban su sangre? Porque no se trata, evidentemente, de la vida natural, la vida que todos poseemos por naturaleza; no se trata de la vida que el alma posee por naturaleza y que es con la cual anima al cuerpo, la vida con la cual dota de sensibilidad al cuerpo, la vida sensitiva que tenemos en común con los animales, ni tampoco se trata de la vida espiritual, que se manifiesta mediante la razón y el libre albedrío, que nos asemeja a los ángeles y también a Dios[1]. Jesús no se refiere a esta vida natural, cuando dice que “no tendremos vida” si no “comemos la carne del Hijo del hombre y no bebemos su sangre”. Jesús está hablando de una “vida” muy distinta, absolutamente superior, una vida infundida directamente por Dios, por su soplo, y es la gracia divina, por medio de la cual, el Espíritu Santo entra en nosotros[2]. Por la gracia, el Espíritu Santo entra en relación con el alma, así como el alma entra en relación con el cuerpo: así como el alma anima al cuerpo, dándole vida, calor y luz y convirtiéndose en principio de vida y movimiento, así el Espíritu Santo se convierte, por la gracia, en principio de vida y movimiento para el alma, siendo su fuente de vida, de calor, de luz y de amor divinos. Como el alma permanece en el cuerpo que anima, así permanece Dios y su Espíritu en nuestra alma, por la gracia[3]. Dios da al alma su Espíritu para que desempeñe en ella el mismo papel que representa con relación al cuerpo: lo que hace el alma con el cuerpo, así hace el Espíritu con el alma: la conduce, la guía, la ilumina, y la mantiene en la luz del divino conocimiento y en el ardor del amor divino[4].
“Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre, no tendrán Vida en ustedes”. Quien comulga la Eucaristía, quien come la Carne y bebe la Sangre del Hijo del hombre, tiene nueva vida, la vida de la gracia, la Vida del Espíritu de Dios, la Vida del Espíritu Santo, un anticipo en la tierra de la vida feliz en el Reino de los cielos, en la Casa del Padre.




[1] Cfr. Mathias Joseph Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, Ediciones Desclée De Brower, Buenos Aires3 1951, 115.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.

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