miércoles, 22 de abril de 2015

“Yo Soy el Pan de Vida”


“Yo Soy el Pan de Vida” (Jn 6, 35-40). Jesús se declara a sí mismo como “Pan de Vida”; es decir, Él, en la Eucaristía, es “Pan de Vida” y de “Vida Eterna”, porque “el que coma de este Pan, tendrá Vida eterna”. Quien consume la Eucaristía recibe, por lo tanto, un principio de vida sobrenatural, celestial, no humano ni angélico, sino divino, proveniente del Ser mismo trinitario, y es esto lo que caracteriza al cristiano y al cristianismo. Es necesario considerar y reflexionar en este punto, sobre el hecho de que la vida cristiana, recibida en la Eucaristía, es santa y divina, no solamente porque es buena o porque se relaciona de una manera general con Dios, sino porque se origina en los más alto de los cielos, en el seno mismo de su Padre celestial[1]. Es importante hacer estas consideraciones, porque hoy se tiende a rebajar la vida cristiana a un mero psicologismo; hoy, se reduce el ser cristiano a un simple descubrimiento del propio yo y de sus fuerzas; se rebaja el misterio del cristianismo al nivel de la razón humana y así la vida cristiana no va más allá de un psicologismo horizontal, que no trasciende la vida terrena.
Jesús es “Pan de Vida” en la Eucaristía porque da “Vida” absolutamente nueva, la vida eterna; no una “vida” humana, como la que ya tenemos por naturaleza; si Jesús se limitara a dar una vida como la que ya tenemos, nada nuevo nos aportaría y no sería verdaderamente “Pan de Vida” y mucho menos, de “vida eterna”. Muchos reducen la “Vida” nueva de Jesús, en el mejor de los casos, a un simple dominio del espíritu sobre los sentidos[2], lo cual es compatible incluso con la filosofía moral de los paganos. Jesús es “Pan de Vida”, porque da una “Vida” completamente nueva, absolutamente distinta a la humana y a la angélica, puesto que se trata de la vida divina, porque es la vida que surge, como de su fuente inagotable, del Ser trinitario divino. Jesús es “Pan de Vida” en la Eucaristía, porque desde allí comunica al alma la vida cristiana, que consiste en que “el espíritu es regenerado en Dios y en el Espíritu Santo, transfigurado de claridad en claridad, de acuerdo a la imagen de la espiritualidad divina, por el Espíritu del Señor[3] y porque comienza a vivir en el Espíritu y en la virtud de la vida divina”[4].
“Yo Soy el Pan de Vida”. Jesús en la Eucaristía es Pan de Vida y de Vida Eterna, y por lo tanto, la vida nueva del cristiano ya no es una vida que se explique por simplones psicologismos de feria: es una vida mística, oculta e incomprensible al hombre natural: “Nuestra vida está oculta con Cristo en Dios” (Col 3, 3). No se debe eliminar el misterio de Jesucristo, Pan de Vida Eterna, con pseudorazonamientos psicologistas, para rebajarlo al nivel de terapia de auto-ayuda.




[1] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Las maravillas de la gracia divina, 436.
[2] Cfr. ibidem.
[3] 1 Cor 3, 18.
[4] Cfr. Scheeben, Las maravillas, 436.

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