jueves, 21 de mayo de 2015

“Que sean uno, como nosotros somos uno (…) para que el Amor con que me amaste esté en ellos”


“Que sean uno, como nosotros somos uno (…) para que el Amor con que me amaste esté en ellos” (cfr. Jn 17, 20-26). Jesús ruega al Padre en la Última Cena pidiendo por la unión de su Iglesia, Jesús ora no solo por quienes asistían en ese momento a la Última Cena, sino por todas las generaciones de la Iglesia[1], por su Cuerpo Místico, es decir, por nosotros, por los quedamos en el mundo, hasta que Él vuelva, hasta el fin de los tiempos, y ora pidiendo la unidad, la unión entre quienes integran su Iglesia: “Que sean uno”. Ahora bien, esa unión será una unión del todo particular, debido a que será “como la que existe entre Él y el Padre”: “como nosotros somos uno”, y Jesús y el Padre son uno en el Espíritu, puesto que “Dios es Espíritu” (Jn 4, 24). Puesto que Dios es “Espíritu Puro”, de las Tres Personas que hay en la Trinidad, le corresponde el nombre de “Espíritu” a la Tercera, a la Persona-Amor, porque es la Persona-Amor, la “expresión y el sello de la unidad espiritual entre el Padre y el Hijo”[2]; en otras palabras, la unión espiritual en Dios, entre el Padre y el Hijo, es en el Amor, en la Persona-Amor, en el Espíritu Santo, que es el sello de Amor del Padre y del Hijo. La unión que existe entre el Padre y el Hijo es la unión en el Espíritu Santo, en el Amor, porque el Espíritu Santo es la emanación del Amor recíproco del Padre y del Hijo; el Espíritu Santo es el Amor Santo, Puro, Perfecto, en Acto de Ser Puro, que Dios Padre y Dios Hijo se tienen mutuamente, desde la eternidad; es el Amor, el que une al Padre en el Hijo y al Hijo en el Padre, en el Espíritu, y es en ese Espíritu, en el que Jesús quiere que sus discípulos estemos unidos: “Que sean uno, como nosotros somos uno (…) para que el Amor con que me amaste esté en ellos”.
“Que sean uno, como nosotros somos uno (…) para que el Amor con que me amaste esté en ellos”. Jesús pide que como Iglesia seamos uno, pero esa unión que debe existir entre los miembros de su Iglesia, no puede ser  otra que la misma unión espiritual, en el Espíritu de Amor, la misma que existe entre el Padre y el Hijo desde la eternidad; la unión que se da en el Espíritu y por el Espíritu Santo entre el Padre y el Hijo, y es para eso que Jesús enviará el Espíritu Santo en Pentecostés, para que los cristianos, que formamos su Cuerpo Místico, seamos unidos por su Espíritu en su Cuerpo y formemos una unidad en el Amor.
“Que sean uno, como nosotros somos uno (…) para que el Amor con que me amaste esté en ellos”. La unidad que Jesús pide al Padre, se realiza de modo perfecto por medio de la Eucaristía, porque todos los que comulgan la Eucaristía, reciben la efusión del Espíritu por Jesús –así se cumple el pedido de Jesús: “el Amor con que me amaste, el Espíritu Santo, esté en ellos”-, y así son unidos en el Amor al Padre, al recibir el Cuerpo Sacramentado de Jesús.



[1] Cfr. B. Orchard et al., Comentarios al Nuevo Testamento. Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1957, 761.
[2] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Los misterios del cristianismo, Editorial Herder, Barcelona 1964, 104.

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