jueves, 25 de junio de 2015

“El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como el que construye sobre roca..."


“El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como el que construye sobre roca, porque ni la lluvia, ni los ríos ni el viento, podrán derrumbarla (…) el que no las pone por práctica, es como el que construye sobre arena, ve su casa destruida cuando soplan los vientos y crecen los ríos” (cfr. Mt 7, 21-27). Escuchar las palabras de Jesús y ponerlas en práctica es como “construir sobre roca”, porque significa que el alma, movida por la gracia, toma su cruz de cada día y sigue a Jesús por el camino del Calvario. Así, da muerte al hombre viejo con sus pasiones, naciendo el hombre nuevo, el hijo de Dios, y cuando arremeten las pasiones, las tentaciones, las tribulaciones, no pueden derribar al alma, en quien está Cristo, Roca firme. Poner en práctica las palabras de Cristo significa obrar en estado de gracia, y como el obrar le sigue al ser, significa que se está en estado de gracia santificante, esto es, unido a Cristo o, dicho en el lenguaje de la parábola, cimentado en Cristo. Es esta gracia divina, que fluyendo del Hombre-Dios se introduce en la raíz más profunda del acto de ser del hombre, la que le concede al hombre la fortaleza sobrenatural que le permite el resistir “la lluvia, los ríos y el viento”, es decir, las tentaciones de las pasiones, las tribulaciones de la vida cotidiana y los asaltos del demonio. Sólo quien está afianzado en la Roca firme que es Cristo, puede resistir a los embates de estos enemigos del alma, que la asedian y azotan constantemente, así como una casa es asediada y azotada constantemente, por el viento y las lluvias, si está construida a la ribera de un río que, por añadidura, desemboca en el mar. Quien obra no por voluntad propia, sino porque Cristo se lo ordena, obra movido por la gracia, y eso significa obrar por impulso divino y porque su alma está firmemente anclada a la Roca firme del Ser divino trinitario de Jesús, de quien fluye la gracia como de una fuente inagotable, y es esta gracia la razón de su fortaleza frente al embate de las pasiones, del mundo y del demonio.
         Por el contrario, quien escucha las palabras de Cristo y no obra según ellas, sino según su propia voluntad, es como quien construye sobre arena: sus propias fuerzas humanas no podrán, de ninguna manera, resistir, cuando sea asediado y asaltado por las tentaciones, por las tribulaciones y por las acechanzas del enemigo de las almas.
“El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como el que construye sobre roca…”. No seamos sordos al Amor que nos habla en Cristo y pongamos por obra las palabras del Amor crucificado –amar a los enemigos, vivir la pobreza y la castidad, obrar la misericordia- y cuando arrecien las oscuras fuerzas del mal será el Amor quien nos fortalezca y nos dé la victoria.
        


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