viernes, 25 de diciembre de 2015

"La misericordiosa ternura de nuestro Dios nos traerá al Sol naciente, que iluminará a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte"

        

     
      "La misericordiosa ternura de nuestro Dios nos traerá al Sol naciente, que iluminará a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte y guiará nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1, 67-69). Las palabras proféticas de Zacarías, iluminado por el Espíritu Santo, describen al Mesías que ha de nacer en Belén -y del cual Juan será su Precursor- como a la naturaleza de la misión que el mismo Mesías desarrollará. En efecto, Zacarías llama al Niño de Belén "Poderoso Salvador" que librará a los hombres de sus "enemigos y de los que los odian": puesto que no se trata de un Mesías terreno, que viene a instaurar un reino temporal, el Niño de Belén, el "Poderoso Salvador", librará a los hombres de los ángeles caídos, los demonios que, comandados por la Serpiente Antigua, el Diablo y Satanás, odian a los hombres por cuanto son la creatura predilecta de Dios, creados "a su imagen y semejanza" y los esclavizan por medio de las tentaciones y las pasiones, buscando su eterna perdición. Jesús no ha venido para salvar a un solo pueblo de la tierra, el pueblo de Israel, sino a toda la humanidad, y no ha venido a liberarlos de una esclavitud terrenal y temporal, sino de una esclavitud espiritual y eterna, la de la eterna condenación. Los otros enemigos del hombre, a los cuales el Niño de Belén destruirá, son la muerte y el pecado, porque con su sacrificio redentor, destruirá a una y otro, de una vez y para siempre.
         Que sea un Mesías espiritual, que instaurará un reino espiritual y que combatirá y destruirá a los enemigos espirituales de la humanidad, queda de manifiesto en las palabras de Zacarías, cuando dice que el Mesías es el "Sol que nace de lo alto", que "iluminará a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte", y quienes así viven son los hombres, que desde el pecado original de Adán y Eva, viven inmersos en las tinieblas del pecado, del error y de la ignorancia, alejados de Dios, que es Luz eterna, además de estar dominados y esclavizados por las "sombras de muerte", que no son otra cosa que las sombras vivientes del infierno, los demonios, arrojados del cielo y caídos a la tierra por su inconcebible soberbia de pretender parecerse a Dios Uno y Trino.
         Lo que moverá a Dios a mandar al Mesías, que es su Hijo Unigénito, a nacer como un Niño desvalido en Belén, es "su misericordiosa ternura", la cual "traerá del cielo al Sol que nace de lo alto", Cristo Jesús, el Mesías, el Salvador, el cual, luego de ofrendarse en el Santo Sacrificio del Altar, derrotando a los enemigos del hombre, guiará a estos "por el camino de la paz", el Camino que es Él mismo, el Camino que los conducirá, en el Espíritu Santo, al Padre.

         Las palabras proféticas de Zacarías, inspiradas por el Espíritu Santo, nos disponen para el verdadero espíritu de Navidad: recibir en nuestros corazones, inmersos en las tinieblas, al "Sol que nace de lo alto", el Niño Dios, que nace en Belén, Casa de Pan, para donársenos como Pan de Vida eterna, para conducirnos, al fin de nuestras vidas, al Reino de la paz, el seno del Padre eterno.

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