viernes, 12 de febrero de 2016

Viernes después de Cenizas


“Cuando se lleven al novio, entonces ayunarán” (Mt 9, 14-15). Preguntan a Jesús porqué sus discípulos no ayunan, como sí lo hacen los discípulos de Juan. Jesús responde utilizando la figura de un novio con sus amigos: cuando estos están con el novio, hay alegría y, por lo tanto, no hay necesidad de ayunar; pero cuando el novio no está, entonces sí. El novio –o esposo- que está con sus amigos, es Él que está con sus discípulos: Él, Dios Hijo, el Unigénito de Dios, eternamente engendrado en el seno del Padre, es el Esposo que se une en desposorios místicos con la Humanidad, por la Encarnación, en el seno de María Santísima; el novio que es llevado, es Él que muere en la cruz, cumpliendo su misterio pascual de muerte y resurrección, llevando a cabo el sacrificio redentor en el Calvario, sacrificio cruento por el cual habría de salvar a toda la humanidad al precio de su Sangre derramada en la cruz. Mientras Él esté con sus discípulos, no tienen necesidad de ayunar, pero cuando vengan las horas amargas de la Pasión, horas en las que Él sufrirá la muerte en cruz, entonces sí lo harán.

“Cuando se lleven al novio, entonces ayunarán”. El ayuno prescripto para el tiempo cuaresmal tiene, para la Iglesia y los cristianos, el sentido de recordarnos que no estamos aún con el Esposo de la Iglesia Esposa, porque nos encontramos aún en esta vida terrena y no lo contemplamos todavía cara a cara en la visión beatífica. El ayuno realizado en el tiempo –ayuno de alimento corporal, pero ante todo, ayuno de la malicia del corazón, esto es, el pecado-, tiene entonces esta finalidad: hacernos recordar que somos los amigos del Esposo, los amigos del Novio, que nos ha sido quitado por la muerte en cruz en el Calvario. El ayuno corporal finalizará cuando, por la gracia de Dios, alcancemos el Reino de los cielos y contemplemos cara a cara al Cordero de Dios y a Dios Uno y Trino. Entonces finalizará nuestro ayuno terreno, porque nos alimentaremos de la contemplación beatífica de la Trinidad y del Cordero por toda la eternidad.

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