viernes, 4 de marzo de 2016

“Amarás a Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas”



“Amarás a Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas” (Mc 12, 28b-34). Preguntan a Jesús cuál es el “primero de los mandamientos” y Jesús responde citando el primer mandamiento según como lo conocía el Pueblo Elegido, a través de las Escrituras: “Escucha Israel (…) Amarás a Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 4-9). Debido a que Jesús cita el Antiguo Testamento puede parecer, a primera vista, que la nueva religión fundada por Jesús no se diferencia en nada de la religión del Antiguo Testamento, con lo cual no habría novedad alguna de parte de Jesús, al menos con respecto a los Mandamientos. La pregunta es, entonces, si Jesús trae o no alguna novedad con respecto al Antiguo Testamento puesto que, como decimos, a primera vista, el mandamiento parecer ser el mismo. La respuesta es que sí, sí hay una novedad y es tal, que puede decirse que es casi como un nuevo mandamiento. ¿En qué consiste esta novedad o diferencia, entre el mandato del Antiguo Testamento y el Mandato de Jesús? La diferencia es que, en la Antigua Alianza, se debía amar a Dios “con todo tu corazón y con todas tus fuerzas”, lo cual quiere decir, literalmente, con el corazón y las fuerzas del hombre, de la naturaleza humana. A partir de Cristo el cristiano debe amar a Dios y al prójimo no ya con sus solas fuerzas humanas, sino con el Amor mismo de Dios, infundido por Jesús con su Sangre que brota de su Corazón traspasado. Es decir, si antes se mandaba “amar a Dios con todo el corazón y con todas las fuerzas” -lo cual quería decir amarlo con las solas fuerzas de la naturaleza humana-, ahora también hay que amar a Dios “con todo tu corazón y con todas tus fuerzas”, pero con el corazón y las fuerzas impregnados por la gracia santificante, lo cual significa amarlo con el Corazón, las fuerzas y el Amor del Hombre-Dios Jesucristo. Y lo mismo sucede con el mandamiento del amor al prójimo: si antes se lo amaba con las propias fuerzas humanas, ahora hay que amarlo con el Amor de Cristo, que es Amor de la cruz, Amor que permite amar a todo prójimo, comenzando por el enemigo, porque es el Amor del Sagrado Corazón de Jesús. La novedad del mandamiento de Jesús es entonces el hecho de amar a Dios y al prójimo con el Amor mismo del Sagrado Corazón de Jesús, el Espíritu Santo, y no ya con el solo amor humano, natural, como sucedía en la Antigua Alianza, y esto es una novedad radical, porque se trata del Amor substancial de Dios, efundido por el Sagrado Corazón a través de su Sangre derramada en la cruz. En otras palabras: el mandamiento sigue siendo “amar a Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas”, solo que ahora, a partir de Cristo y su gracia, el “corazón” y las “fuerzas” del cristiano no son ya las suyas propias, sino que el cristiano ama con el Corazón de Jesús, en el Corazón de Jesús, a través del Corazón de Jesús, por el Corazón de Jesús, contenido en la Eucaristía. 

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