martes, 22 de marzo de 2016

Martes Santo


(Ciclo C - 2016)

         “Cuando Judas tomó el bocado (…) Satanás entró en él (…) Judas salió (y) afuera era de noche” (Jn 13, 21-33. 36-38). No hay, en todo el Evangelio, una descripción más exacta y precisa de una posesión demoníaca, que la que el evangelista Juan hace de Judas Iscariote: “Cuando Judas tomó el bocado (…) Satanás entró en él (…) Judas salió (y) afuera era de noche”. Judas Iscariote representa la anti-comunión con el Hombre-Dios, lo exacto opuesto a lo que debe hacer un hombre si desea salvar su alma. Judas comulga con Satanás y no con Jesucristo; lo que caracteriza a Judas es la mentira, el engaño, la envidia, el deseo de enriquecerse, todo lo contrario y lo opuesto al Amor de Dios, expresado en los Mandamientos. En vez de desear cumplir los Mandamientos de Dios, Judas cumple los mandamientos de Satanás; en recompensa, el Demonio, “Padre de la mentira” (),  “premia” la devoción de Judas por él, “entrando” en Judas, convirtiendo a su cuerpo y su alma en posesión de las tinieblas. El Evangelio relata que, cuando Judas “tomó el bocado”, “Satanás entró en él”. Se trata de la anti-comunión eucarística: no se comulga el Pan del cielo, sino un alimento terreno, como símbolo de las pasiones sin el control de la razón; en Judas no hay amor a Jesucristo, que es lo que se necesita para poder comulgar, sino odio al Hombre-Dios, que es a su vez lo mismo que posee el Ángel caído; Judas prefiere escuchar el tintineo metálico del dinero mal habido, antes que escuchar los latidos del Sagrado Corazón de Jesús y, finalmente, consigue lo que quiere: apartarse de Jesús, “Luz de Luz”, para habitar en las tinieblas, ya que esto es lo que dice el Evangelio: “Judas salió y afuera era de noche”. Judas no solo sale del Cenáculo a una hora en la que ya está todo oscuro: además, Judas sale de la comunión con Cristo, Luz de Luz eterna, para entrar en comunión con las tinieblas vivientes, el Demonio y sus ángeles. La oscuridad cosmológica –“afuera era de noche”- es un símbolo de las sombras vivientes, los ángeles apóstatas.
         Si en el Evangelio se describe la traición de Judas, se revela también, de forma anticipada y por medio de las palabras de Jesús, otra traición, esta vez a manos de Pedro: el Vicario de Cristo afirma que “dará su vida” por su Maestro pero Jesús, que es Dios, sabe que Pedro lo traicionará, aunque a diferencia de Judas Iscariote, Pedro se lamentará amargamente por esta traición y se reivindicará más tarde, dando efectivamente su vida en testimonio de Jesús.
         Por fin, el último Apóstol descrito en este Evangelio es Juan Evangelista, que representa el modelo perfecto del alma que comulga con Jesús: es la antítesis de Judas, porque si Judas traiciona a Cristo porque prefiere escuchar el sonido metálico del dinero antes que los latidos del Sagrado Corazón, el Apóstol Juan, por el contrario, “se recuesta en el pecho del Sagrado Corazón” para escuchar sus latidos, los latidos de Amor y dolor del Hombre-Dios.

         Frente a la traición de Judas y a la futura traición de Pedro, la fidelidad y el amor de San Juan Apóstol, en quien están representadas las almas que abrazan la cruz, proporcionan consuelo a Jesús, en medio de la Gran Tribulación de la Pasión que ya está iniciando.

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