viernes, 22 de abril de 2016

“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado”


(Domingo V - TP - Ciclo C – 2016)

         “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado” (Jn 13, 31-33a).  Ante las palabras de Jesús en la Última Cena, surgen estas preguntas: ¿puede Jesús dar un “mandamiento nuevo”, que se agrega, como tal, a los Diez Mandamientos de Moisés? ¿No es una prerrogativa de Dios dar Mandamientos a los hombres? Si es verdaderamente un Mandamiento nuevo, ¿en qué consiste?
         Hay que responder que, por un lado, sí es prerrogativa de Dios dar Mandamientos a los hombres, pero puesto que Jesús es Dios, puede hacerlo, en cuanto Dios que Es; es decir, sí es su prerrogativa. Pero para entender un poco mejor este Mandamiento Nuevo de Jesús, hay que compararlo con el Mandamiento anterior y ver cuál es la diferencia, es decir, en qué consiste la novedad. Antes de este Mandamiento Nuevo, también existía el mandamiento del amor, puesto que el Primer Mandamiento mandaba “amar a Dios y al prójimo como a uno mismo”, pero este mandamiento tenía diferencias: Dios era sólo Uno y no Trino, porque todavía no estaba revelado que en Dios Uno hubiera una Trinidad de Personas divinas; por otro lado, el amor con el que se mandaba amar, era sólo el amor humano, con todos los límites que tiene el amor humano –a menudo, es superficial, se deja llevar por las apariencias, es débil, entre otras carencias-; por último, se consideraba “prójimo” sólo a quien perteneciera a la misma raza o a quien profesara la misma religión; para el resto, es decir, para los gentiles, se aplicaba la ley del Talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. Éste era el mandamiento del amor según la Ley de Moisés.
A partir de Jesús, que es quien da el nuevo mandamiento -“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado” -, hay que decir que este Nuevo Mandamiento, por un lado, no se contradice con el mandamiento del amor dado por Él mismo en el Sinaí, a Moisés, sino que se continúa en la misma dirección, que es la dirección del amor, pero ahora este mandamiento es verdaderamente nuevo, por varias razones. Por un lado, porque se trata de amar al prójimo –y a Dios, por supuesto, que ahora se revela como Trinidad de Personas-, con un nuevo amor, con una fuerza nueva, la fuerza del Divino Amor del Sagrado Corazón de Jesús; por otro lado, al ser un Amor que no es el amor meramente humano, adquiere nuevos límites y este límite nuevo no es ya el límite del amor propio de la naturaleza humana, como en sucedía en el mandamiento del Antiguo Testamento, sino que es el límite ilimitado –valga la paradoja- del Amor Divino –y, por lo tanto, infinito y eterno- con el que Jesús nos ha amado desde la cruz, ya que esto es lo que dice Jesús explícitamente: “Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”, y Jesús nos ha amado hasta la muerte de cruz. Por último, el amor con el que se debe amar al prójimo, no se circunscribe al amor del prójimo que es “amigo”, sino que se extiende a todo prójimo, empezando por aquel que, por motivos circunstanciales, es nuestro enemigo, porque el mandato de la caridad implica este amor: “Ama a tu enemigo” (cfr. Mt 5, 44).

“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado”. A partir del Mandamiento nuevo, la Ley del Talión queda abolida para dar lugar a la Ley de la Caridad, del Amor sobrenatural de Dios, que exige amar a nuestro prójimo –incluido el enemigo- con el mismo Amor con el que nos amó el Sagrado Corazón de Jesús desde la cruz, el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Es en esto en lo que radica el “mandamiento nuevo” que nos da Jesús. Por último, ¿dónde conseguir este Amor de Jesús, que nos permita cumplir el mandamiento nuevo, de amar al prójimo, incluido el enemigo, hasta la muerte de cruz? En dos lugares: arrodillados ante Jesús crucificado, y en la Eucaristía, recibiendo en gracia a Jesús Sacramentado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario