miércoles, 18 de mayo de 2016

“El que no está contra nosotros, está con nosotros”


“El que no está contra nosotros, está con nosotros”.  (Mc 9, 38-40). Frente a uno que “hacía milagros” en nombre de Jesús, pero que no pertenecía al círculo de sus discípulos, estos últimos “tratan de impedírselo”, argumentando precisamente que no forma parte de ellos: “no es de los nuestros”. La respuesta de Jesús abre el camino para comprender el verdadero ecumenismo: lejos de aprobar la conducta de sus discípulos, que pretendían callar a quien “no era de ellos”, Jesús les dice que “no se lo impidan”, porque –según da a entender-, si alguien hace milagros en su Nombre, no puede hablar mal de Él, lo cual quiere decir que, en cierta medida, está asistido por Él, ya que da buenos frutos: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí”. Y quien está asistido por Él, como en el caso de la persona que hacía milagros en su Nombre, “está con Cristo”: “El que no está contra nosotros, está con nosotros”.  
Comentando este pasaje del Evangelio, el Beato Pío XII, en la Encíclica Mystici Corporis Christi, y parangonando la acción de la Iglesia con la de Cristo, da las claves acerca de en qué consiste el verdadero ecumenismo: la Iglesia Católica es la que posee la Verdad Revelada en su plenitud, mientras que las otras iglesias, en las que no se encuentra esta verdad plena, están llamadas a integrarse en esta plenitud. Dice así el Santo Padre: “La esposa de Cristo, la Iglesia, es única. Sin embargo, el amor del divino Esposo se extiende con largueza, de manera que, sin excluir a nadie, abraza en su Esposa al género humano entero”[1]. El Santo Padre extiende, por analogía, la actitud de Jesús de no rechazar a quien no forma parte del círculo más íntimo de los discípulos, con la actitud de la Iglesia que, en un verdadero ecumenismo, y sabiéndose portadora de la plenitud de la Revelación, abraza y llama a toda la humanidad, porque todos los hombres son “hermanos de Cristo según la carne” y están todos “llamados a la vida eterna”: “Cristo (…) abraza en su Esposa (la Iglesia) al género humano entero (…) (incluidos los hombres) todavía no incorporados al Cuerpo de la Iglesia, a los hermanos de Cristo según la carne, llamados con nosotros a la misma salvación eterna”[2].
Seguidamente, hace una velada alusión a las ideologías –liberalismo, marxismo, comunismo, socialismo, nazismo- que “exaltan el odio, la lucha, la violencia”, y por lo tanto enfrentan al hombre contra el hombre mismo, provocando crueles guerras fratricidas, y las contrapone con la Iglesia que, basada en el Mandamiento de su Señor, ama a todos los hombres, sin distinción alguna de ninguna clase, incluidos “a los enemigos”: “Nuestro Rey pacífico (…) nos ha enseñado no solamente amar a los que no son de los nuestros, de nuestra nación ni de nuestro origen (Lc 10, 33ss) sino (a) amar incluso a nuestros enemigos”[3].
“El que no está contra nosotros, está con nosotros”. Como miembros de la verdadera y única Iglesia de Jesucristo, el Hombre-Dios, nuestra misión es llamar a todos los hombres, cualquiera sea su raza, credo o condición social, para que ingresen a la Nueva Arca de salvación, la Iglesia Católica.



[1] Venerable Pio XII, Papa, Encíclica Mystici Corporis Christi.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.

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