lunes, 29 de agosto de 2016

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo”


“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo” (Mt 13, 44-46). Jesús compara al Reino de los cielos con un hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo y, para poder adquirir el tesoro, va y vende todo lo que tiene y compra el campo. Como en todas las parábolas de Jesús, los personajes y elementos de la misma, tomando situaciones de la vida humana, hacen referencia a la vida sobrenatural. El hombre que encuentra el tesoro es un hombre cualquiera que, un día cualquiera, sin esperarlo siquiera, recibe la gracia de la conversión y es esta gracia la que está representada en el hecho del descubrimiento del tesoro; el tesoro es la vida de la gracia, la vida que hace al alma partícipe de la vida divina de Dios Uno y Trino, pero también es la Eucaristía, porque el mayor bien –el único- que tiene la Iglesia, no es ni el oro ni la plata, sino la Sagrada Eucaristía; los bienes que el hombre vende para poder adquirir el campo, son los pecados, los vicios, y todo lo malo, que aparta al hombre de Dios y de la comunión de vida y amor con Él.

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo”. En ese hombre que descubre el tesoro escondido, estamos representados los cristianos, que hemos recibido la gracia de pertenecer a la Iglesia Católica, la única Iglesia verdadera del Único Dios Verdadero, Dios Uno y Trino, y esta Iglesia a la que pertenecemos, posee un tesoro de valor incalculable, la Eucaristía, el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Estamos representados en el hombre que descubre el tesoro en el campo, pero, ¿vendemos verdaderamente todo lo que tenemos, es decir, luchamos contra el pecado y contra todo lo que nos aparta de la gracia, para quedarnos con el tesoro, que es la Eucaristía? ¿O más bien, haciendo al revés que el hombre de la parábola, nos quedamos con los bienes que poseemos y no los vendemos, porque en el fondo, preferimos la vida del hombre viejo, con sus concupiscencias, antes que la vida del hombre nuevo, que vive sólo del Pan Vivo bajado del cielo?

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