jueves, 20 de octubre de 2016

“He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía verlo ya ardiendo!”


“He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía verlo ya ardiendo!” (Lc 12, 49-53). Ante estas afirmaciones de Jesús, nos preguntamos: ¿de qué fuego habla Jesús? ¿Es un fuego que provoca dolor, como el fuego de la tierra que conocemos? ¿Qué es lo que Jesús desea quemar con este fuego? ¿Por qué su prisa por verlo arder?
Para poder contestar a estas preguntas, tenemos que recordar qué elemento de la divinidad es representado con el fuego, y es el Espíritu Santo, que desciende como “lenguas de fuego” en Pentecostés, sobre María Santísima y los Apóstoles reunidos en oración. Entonces, aquí ya tenemos una primera respuesta: el fuego que “ha venido a traer Jesús sobre la tierra” no es otro que el Espíritu de Dios, que es Amor; es el Espíritu Santo, Fuego de Amor divino. Y en esto mismo está también otra respuesta: puesto que se trata de un fuego celestial, sobrenatural, no provoca dolor, como sí lo provoca el fuego material o terrestre que conocemos. Por el contrario, el Fuego del Amor de Dios, el Espíritu Santo, no solo no provoca dolor, sino que produce en el alma del hombre alegría, gozo, dicha, paz, amor. Es este fuego, entonces, el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo, lo que Jesús “ha venido a traer sobre la tierra”, como Él lo dice.
La otra pregunta es: ¿qué es lo que desea quemar Jesús con este fuego? Y para responder a esta pregunta, tenemos que recordar que el Sagrado Corazón, que está envuelto en las llamas del Amor de Dios, se encuentra vivo, glorioso, palpitando con la vida divina, en la Eucaristía: Jesús quiere encender los corazones de quienes comulgan, transmitiéndoles esta Llama de Amor Vivo. Ahora bien, si el corazón es duro como la piedra, entonces no podrá arder, por lo que debemos pedir la gracia de que nuestros corazones sean como la madera o como el pasto seco, para que al contacto con las llamas de Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, combustionen espontáneamente.

Por último, ¿por qué su apuro por verlo arder a ese fuego? Porque el que ama desea ser amado: Jesús, que nos ama con el Amor de Dios, quiere que lo amemos, pero no con nuestro amor humano, limitado, sino con el Amor de Dios, contenido en su Sagrado Corazón Eucarístico. Para darle contento a Jesús, entonces, y para que Él pueda ver arder el Fuego del Amor de Dios en nuestros corazones, es que debemos comulgar en gracia y con el deseo de que nuestras almas y corazones se enciendan con las llamas de Amor del Espíritu de Dios.

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