viernes, 23 de diciembre de 2016

“¿Qué llegará a ser este niño?”



“¿Qué llegará a ser este niño?” (Lc 1,57-66). Los eventos extraordinarios alrededor del nacimiento de Juan el Bautista llevan a sus contemporáneos a preguntarse “¿Qué llegará a ser este niño?”, porque para todos, era evidente que “la mano del Señor estaba con Él”. Y, ¿qué fue este niño, Juan el Bautista? Fue aquél profeta, en el límite del Antiguo y Nuevo Testamento, que anunció la Llegada del Mesías; fue aquel que anunció en el desierto la Llegada de Dios hecho hombre y que predicó en el desierto la necesidad de la conversión del corazón para recibir al Mesías; fue aquel que, iluminado por el Espíritu Santo, señaló a Jesucristo y lo llamó: “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”; fue aquel que dio la vida en testimonio de Jesús, el Mesías Dios, Aquel que existía “antes que él”.

“¿Qué llegará a ser este niño?”. De todo cristiano, de todo católico, el mundo se formula la misma pregunta, porque sobre todo católico “está la mano de Dios”, desde el momento en que todo católico es hijo de Dios y por lo tanto, de todo católico se esperan “grandes cosas”. ¿Y cuáles son estas “grandes cosas” que se esperan de todo católico? Que continúe y prolongue la misión de Juan el Bautista, es decir, que anuncie, en el desierto de este mundo sin Dios, que el Mesías Dios ha venido a este mundo como Niño sin dejar de ser Dios, para que los hombres, siendo como niños, nos hagamos Dios por la gracia; que anuncie al mundo que ese mismo Niño Dios que nació milagrosamente de una Madre Virgen en Belén, es el mismo Dios que se encuentra vivo, glorioso, resucitado, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Eucaristía. Y que esté dispuesto a dar su vida por el testimonio del Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús, si fuera necesario, así como el Bautista dio su vida por el Cordero de Dios.

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