miércoles, 8 de febrero de 2017

“Anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido”


“Anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido” (Mc 7, 1-13). El pecado del fariseísmo es reemplazar la Palabra de Dios por la palabra humana; la Revelación de Dios, por la interpretación que el hombre da de esa Revelación, con lo cual la religión queda reducida no a una manifestación de Dios al hombre, sino a la perversa y torcida interpretación que el hombre le da a esa Revelación. El ejemplo que pone Jesús, para demostrar cómo los fariseos reemplazan los Mandamientos de Dios por tradiciones inventadas por ellos, es el del Cuarto Mandamiento, que manda “Honrar padre y madre”: los fariseos eximen del cumplimiento de ese mandamiento a quien deje ante el altar aquello que tenía para ayudar a los padres. De esa manera, al declarar esa ofrenda sagrada, evitaban cumplir el mandamiento divino. Pero lo que hace sagrada la ofrenda es el Dios al que se le ofrenda, por lo cual la Palabra de Dios siempre prevalece por encima de cualquier invento que pergeñen los fariseos para librarse de cumplir los mandamientos (en este caso concreto, ellos se quedaban con los bienes, por lo que estaban más que interesados en que el Cuarto Mandamiento sea dejado de lado por su tradición humana).
“Anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido”. Los Mandamientos de la Ley de Dios, desde el primero hasta el último –entre los que se incluyen los Mandamientos de Jesús, como el “cargar la cruz cada día”, “perdonar setenta veces siete”, “amar al enemigo” y otros más- no pueden nunca ser reemplazados por elucubraciones salidas de la mente del hombre. Otro ejemplo, es el de “No cometerás adulterio”: no se puede reemplazar este Mandamiento por el de “Comete adulterio”, sólo porque se invoca una supuesta misericordia divina, que no es tal sin la debida justicia. En el caso del matrimonio sacramental, es imposible estar en gracia y al mismo tiempo en pecado mortal; es imposible permanecer en el matrimonio sacramental y recibir la Comunión Eucarística si se está en adulterio, y la razón es que la unión entre el hombre y la mujer, por el sacramento del matrimonio, es una prolongación y una participación de la unión mística, esponsal, sobrenatural, de Cristo Esposo con la Iglesia Esposa. Admitir la comunión en estado de adulterio, implicaría admitir que, ya sea Cristo Esposo o la Iglesia Esposa, son capaces de traicionarse mutuamente: Cristo con una esposa que no es la Iglesia Católica Apostólica Romana, y la Iglesia Católica Apostólica Romana, con otro Cristo que no sea el Único, el Hombre-Dios, la Persona Segunda de la Trinidad, encarnada en el seno de María y que prolonga su Encarnación en la Eucaristía.

“Anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido”. Anular la Palabra de Dios por mandamientos humanos es un pecado que clama al cielo.

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