lunes, 22 de enero de 2018

“Al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará jamás”



“Al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará jamás” (Mc 3, 22-30). Jesús revela que “todo pecado será perdonado”, por lo cual el hombre debe siempre confiar en la Divina Misericordia, sin importar qué pecado haya cometido, puesto que Dios siempre perdona a quien acude al Sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y humillado, arrepentido del pecado cometido. Sin embargo, Jesús advierte también que hay un pecado que “no será perdonado jamás”, y ese pecado es la “blasfemia contra el Espíritu Santo”. ¿En qué consiste esta “blasfemia contra el Espíritu Santo”? Lo podremos saber si recordamos quién es el Espíritu Santo: es la Persona Tercera de la Trinidad y a Él se le atribuye la obra de la santidad de la Trinidad, por cuanto el Espíritu Santo, al ser el Espíritu de Dios, es la Santidad Increada en sí misma. Entonces, todo lo que es bueno, santo, puro, perfecto, justo, le pertenece al Espíritu Santo, es obra suya. El pecado contra el Espíritu Santo consiste en negar, en lo que es santo, la procedencia del Espíritu Santo, y en este pecado se incluye, por ejemplo, negar la Encarnación del Verbo –con lo cual se niega, de modo concomitante, la virginidad de María y su condición de ser Madre de Dios-, atribuyendo la concepción de María a la obra de un hombre y no a la obra del Espíritu Santo. Y así, con cualquier otra obra de santidad, como sucede, por ejemplo, con la santificación de un alma por la gracia: si se niega que es obra del Espíritu Santo, es pecado contra el Espíritu Santo. Pero hay también otra forma de blasfemar contra el Espíritu Santo y es no solo el negar la santidad al Espíritu Santo, sino el de atribuir la santidad a una creatura, sea un hombre o un ángel. Es lo que sucede, por ejemplo, con los verdaderos milagros, que son atribuidos, por los supersticiosos, no al Espíritu de Dios, sino a los enemigos de Dios y de las almas, los demonios. Es decir, es un pecado contra el Espíritu Santo –y por eso no será perdonado jamás- el atribuir una curación milagrosa –debe tratarse de una verdadera curación milagrosa, obviamente-, no a Dios, o a la intercesión de Virgen, de los santos, o de los ángeles de luz, sino a ídolos demoníacos como el Gauchito Gil, Santa Muerte, Difunta Correa, Jesús Malverde, etc.  

“Al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará jamás”. Los idólatras, que continuamente atribuyen curaciones y muchas otras cosas buenas, a ídolos demoníacos, deberían reflexionar en las palabras de Jesús. Y mucho más, si son católicos.

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