sábado, 20 de enero de 2018

“Llamó a los que Él quiso”



(Domingo III - TO - Ciclo B – 2018)

         “Llamó a los que Él quiso” (Mc 1, 14-20). El Evangelio nos revela que el llamado es de Dios al hombre y que es un llamado personal –en este caso, a los Doce-. Pero también llama a una misión, sea que Dios elija al hombre para la vida consagrada o para la vida laica y es el llamado a la santidad. Todo cristiano, independientemente de su estado –religioso o laico-, está llamado a la santidad, lo cual quiere decir vivir apartado del mundo y su mundanidad. Cuando se dice “mundo”, no se entiende la Creación, visible o invisible, puesto que esta, en cuanto tal, es buena, al ser fruto de la omnipotencia, sabiduría y amor divinos.  Cuando se dice “mundo”, se entiende el espíritu anti-cristiano que se deriva del corazón del hombre contaminado por el pecado original, y del corazón del ángel caído, contaminado por el pecado de rebelión en los cielos, que los caracteriza. El cristiano –el católico-, por el solo hecho de haber recibido el Bautismo sacramental, ha sido consagrado por Dios, para Dios, para que viva en la santidad, por cuanto su alma y su cuerpo han sido santificados y convertidos en templos de Dios Trino y morada del Espíritu Santo. Ésa es la razón por la cual el católico no puede, de ninguna manera, profanar, ni su cuerpo, ni su alma, pues si esto hace, profana algo que ya no le pertenece, sino que le pertenece a Dios, por ser de su propiedad, al haber sido comprado por Dios al precio altísimo de la Sangre del Cordero derramada en la cruz. El católico no debe “mundanizarse”, ni en su cuerpo, ni en su alma, porque ambos han sido santificados y consagrados a Dios por el Bautismo sacramental, al haber recibido la gracia de la filiación divina, que antes del bautismo no poseían. El cuerpo se mundaniza cuando es profanado y esto sucede con las prácticas anti-naturales, la fornicación, el adulterio, la drogadicción, el alcoholismo, los tatuajes –sobre todo, los tatuajes esotéricos, paganos y diabólicos-; el alma es profanada cuando se practica la superstición, la magia, el ocultismo, o cuando se escucha música satánica, o cuando se cede a la herejía, la blasfemia, el cisma. Estas prácticas equivalen a que en una iglesia, construida en material, se introduzcan animales –vacas, caballos, perros- y se los dejara además hacer sus necesidades fisiológicas; equivale a demoler una iglesia, materialmente hablando, como la demolición ocurrida en Alemania, al tirar abajo una iglesia de 1800 para dar lugar a una fábrica de carbón[1]; equivale a profanar la iglesia con canciones mundanas, o con bailes, o con actividades extra-litúrgicas.
         “Llamó a los que Él quiso”. Independientemente de la vocación particular a la que hemos sido llamados –básicamente, laicos o consagrados-, el llamado universal a la santidad está inscripto en el Bautismo sacramental que hemos recibido. No profanemos nuestras almas y nuestros cuerpos, porque hemos sido llamados para la eterna bienaventuranza en el Reino de los cielos. Y cada día que pasa, el Reino de Dios está cada vez más cerca.




[1] Para obtener más información acerca de esta tristísima noticia, acceder al siguiente enlace: http://www.abc.es/internacional/abci-demolida-iglesia-alemania-para-ampliar-mina-lignito-201801101309_noticia.html

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