lunes, 7 de mayo de 2018

“El Espíritu de la Verdad dará testimonio de Mí”


“El Espíritu de la Verdad dará testimonio de Mí” (Jn 15, 26-27.16, 1-4a.). Una vez que Jesús cumpla su misterio pascual de Muerte y Resurrección, enviará, junto al Padre, al Espíritu Santo, “el Espíritu de la Verdad”. El Espíritu Santo tendrá una función mnemónica, es decir, de memoria y de recuerdo de lo que Jesús hizo y dijo. El Espíritu Santo es Espíritu de la Verdad, pero no la verdad humana, sino la Verdad de Dios, por lo tanto, les recordará lo que Jesús hizo y dijo según la Verdad de Dios. Esto significa que iluminará las mentes de los Apóstoles y de la Iglesia toda para que vean y comprendan su misterio pascual bajo la luz divina, lo cual quiere decir que las acciones de Jesús serán interpretadas en su recto sentido y no según las mentes oscurecidas y ofuscadas de los hombres. Por ejemplo, el Espíritu Santo les hará comprender que la multiplicación de panes y peces fue un verdadero milagro hecho con la omnipotencia divina y no un “milagro moral” que consistió en “despertar el deseo de compartir” de quienes habían llevado comida, con los que no tenían. Esta última interpretación corresponde al protestantismo y no se corresponde con la realidad y por lo tanto con la verdadera interpretación católica. Lo mismo hará el Espíritu Santo con los demás milagros de Jesús y con sus enseñanzas: recordará lo que Jesús hizo y dijo, pero lo hará según la Inteligencia, la Sabiduría y la Memoria de Dios y no según los hombres.

 “El Espíritu de la Verdad dará testimonio de Mí”. Desde la constitución de la Iglesia Apostólica, ha habido siempre individuos que, sin poseer el Espíritu de la Verdad, han interpretado según sus mentes humanas el misterio pascual de muerte y resurrección de Jesús, reduciéndolo a lo que sus ofuscadas mentes podían comprender, quitando de en medio todo lo sobrenatural, celestial, milagroso y prodigioso. Así, demuestran que no tienen al Espíritu Santo en ellos, y por eso son herejes y cismáticos. Quien está en la Verdad, quien se adhiere al Magisterio bimilenario de la Iglesia Católica, aun cuando no comprenda el misterio de Cristo -que es incomprensible-, demuestra que posee en sí al Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad absoluta de Dios Trino.

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