viernes, 18 de mayo de 2018

Solemnidad de Pentecostés



(Ciclo B – 2018)

         Si ya la Pasión y Resurrección del Señor habían sido una muestra de su amor infinito por nosotros, el envío del Espíritu Santo sobre la Iglesia es una muestra de que ese amor de Jesucristo por el hombre no puede ser catalogado según las categorías humanas, porque no envía a una representación del Espíritu Santo, sino al Espíritu Santo en Persona, es decir, a la Persona-Amor de la Trinidad.
         ¿Qué hará el Espíritu Santo cuanto venga?
         Cuando el Espíritu Santo llegue a la Iglesia, en forma de viento impetuoso y fuego, cumplirá una función de Maestro de la Verdad y, como todo Maestro, les hará recordar lo que Cristo hizo y dijo y les dirá la verdad acerca de Cristo. Dice Jesús que el Espíritu Santo: “Dará testimonio de Cristo”; “Los introducirá en toda la verdad, porque es el Espíritu de la Verdad”; “Glorificará a Cristo y se lo anunciará a los Apóstoles” (cfr. Jn 15, 26-27.16, 12-15).
         El Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo luego de la Ascensión del Señor, es el Espíritu de la Verdad, de la Verdad sobrenatural de Cristo Dios. Por lo tanto, les enseñará que lo que Jesús hizo y dijo revelaba que Él era la Palabra de Dios encarnada y que Él era Dios Hijo encarnado, porque la Sabiduría de su enseñanza y los milagros por Él realizados no podían provenir de otra fuente que no sea de Dios en Persona. Jesús de Nazareth se auto-proclamó Dios Hijo, igual al Padre, Donador del Espíritu Santo –ésa fue la falsa acusación principal de blasfemia por parte de los judíos y por la cual lo condenaron a muerte-, por lo tanto, el Espíritu Santo revelará a la Iglesia la Verdad Única acerca de Cristo: Cristo es Dios, es Dios Hijo encarnado, que se hace hombre sin dejar de ser Dios, para que los hombres, participando de su naturaleza por la gracia, nos hagamos Dios por participación.
         El Espíritu revelará que Jesús, el Logos del Padre, fue concebido en el seno de la Virgen Madre no por obra humana –sus cromosomas humanos pertenecientes al progenitor paterno fueron creados en el momento en el que su naturaleza humana fue creada en el útero de la Virgen-, sino por obra del Amor de Dios, el Espíritu Santo.
         El Espíritu Santo les revelará que Jesús creció como un niño más entre tantos, sometido a la autoridad de sus padres terrenos, José y María. Les dirá que, llegada la plenitud de los tiempos, comenzó su predicación, asombrando a todos por la sabiduría divina que salía de su boca y por los milagros que sólo Dios podía hacer, ambas cosas las cuales confirman que Jesús es Dios, tal como Él mismo lo reveló.
         El Espíritu Santo revelará que los judíos idearon la muerte de Jesús y utilizaron a los romanos como ejecutores materiales del crimen, siendo azuzados los judíos por el Príncipe de la mentira, Satanás, que se había apoderado de la mente y los corazones de casi todos los principales judíos y no solo de Judas Iscariote, al haber llamado la Escritura a la Sinagoga como “Sinagoga de Satanás”.
         El Espíritu Santo les revelará que Jesús, con su sacrificio en cruz, venció a los tres grandes enemigos de la humanidad, de una vez y para siempre: al Demonio, al Pecado y a la Muerte.
         El Espíritu Santo revelará que Jesús, después de muerto, permaneció unido a la divinidad, tanto en su Cuerpo, que quedó en el sepulcro, como en su Alma, que descendió al Limbo de los justos del Antiguo Testamento, para llevarlos al cielo una vez abiertas las puertas del cielo con su sacrificio en cruz.
         El Espíritu Santo revelará a su Iglesia la Verdad católica sobre la Eucaristía: que Jesús, el Verbo de Dios encarnado, prolonga su Encarnación en la Eucaristía y por lo tanto se encuentra en la misma con su Cuerpo glorioso y resucitado, el mismo Cuerpo glorioso y resucitado con el cual resucitó el Domingo de Resurrección y está sentado a la derecha del Padre.
         El Espíritu Santo revelará la Verdad de la Eucaristía, de ser el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y no un pan bendecido y no una presencia simbólica, sino real por el milagro de la Transubstanciación producido por las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote ministerial en la Santa Misa: “Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre”.
         El Espíritu Santo revelará la Verdad de la Santa Misa, de ser no un espectáculo centrado en el hombre, sino la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio del Altar, por lo que se debe estar delante de la Misa, así como si estuviéramos delante del Santo Sacrificio de la Cruz en el Viernes Santo.
          Por último, el Espíritu Santo, siendo el Espíritu de la Verdad, desenmascará a aquellos que, desde dentro de la Iglesia y haciéndose pasar por católicos, siembran la duda, la confusión, la herejía, el cisma y el error, porque será evidente que, quienes así obren, estarán movidos, guiados e inspirados por el espíritu del Príncipe de la mentira, que es el espíritu del Anticristo.
            Solo quien profese la verdadera y auténtica fe católica, la fe del Credo Apostólico y Niceno-Constantinopolitano, demostrará que está y obra en él el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad, enviado por el Hombre-Dios Jesucristo para Pentecostés.
        

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